martes, 30 de noviembre de 2010

EN DEFENSA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI


El diario "The Clinic", un diario que se publica y comercializa abiertamente en Chile, nos tiene acostumbrados a sus portadas incendiarias, saturadas de ironia, sarcasmo y mofa.
Una vez mas este diario, esperpento de Satanás, ha lanzado sus dardos contra el Vicario de Cristo, esta vez a raiz del desacertado anticipo de su libro-entrevista "Luz del mundo" escrito por Peter Seewald.

La portada, un grotesco insulto al Santo Padre que no viene describir en este blog es una muestra mas de como este diario, con la habil "creatividad", propia de los hijos de las tinieblas ofende a la Iglesia Catolica y a sus ministros, y tambien han hecho lo suyo con la imagen del Sagrado Corazón y de la Virgen del Carmen, con espantosas blasfemias.

Oremos por la conversion de estos extraviados.
Publicamos como reparacion,esta linda imagen del Papa, con su lema "COOPERATORES VERITATIS" (Cooperador de la verdad) muy destacado.

EL PAPA NO HA JUSTIFICADO EL USO DEL PRESERVATIVO


Gran trifulca desataron en los medios los periodistas (siempre ávidos de escándalo), debido a un muy desafortunado artículo publicado en L´Osservatore Romano, que presentó algunos párrafos descontextualizados del nuevo “libro-entrevista” de Benedicto XVI titulado “La luz del mundo” realizado por el periodista alemán Peter Seewald. Lo que desató el escándalo fue una parte sacada de contexto de la respuesta que dio el Santo Padre a Seewald, ante la pregunta acerca del uso del preservativo en la lucha contra el SIDA.
El párrafo publicado por L´Osservatore Romano dice así: “Puede haber casos justificados singulares, por ejemplo, cuando una prostituta utiliza un preservativo, y éste puede ser el primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad para desarrollar de nuevo la conciencia sobre el hecho de que no todo está permitido y de que no se puede hacer todo lo que se quiere. Sin embargo, este no es el verdadero modo para vencer la infección del VIH. Es verdaderamente necesaria una humanización de la sexualidad”. De estas palabras del Papa, los medios alrededor del mundo no tardaron en redactar grandes titulares que decían, con unas u otras palabras, que el Papa había aprobado el uso del condón.
Lo primero que hay que revisar es la traducción al español de lo que realmente respondió el Papa en alemán a la pregunta de Seewald. En el texto original, en alemán, el Papa habla de "männliche Prostituierte" que significa “prostituto” (no prostituta) y vale puntualizar que el Santo Padre está hablando del preservativo como herramienta contra el SIDA y no del preservativo como herramienta de anticoncepción. Misteriosamente el término "männliche Prostituierte" conserva el género masculino en la traducción en inglés, en donde se habla de "male prostitute", pero se cambia de manera arbitraria al femenino en las traducciones al español, italiano y francés. Ignoro si el error es de L´Osservatore o de las editoriales que publicarán el libro, pero creo que tendrán que arreglarlo.
Lo que dice el Papa, si tomamos sus palabras originales en alemán, es simple y sencillamente que si un prostituto homosexual utiliza un condón (con el objetivo único de no contagiar ni contagiarse de SIDA), esto puede ser señal de un inicio de moralización, de que el hombre se está dando cuenta (en su interior) de que no puede hacer con su sexualidad lo que le venga en gana.
L´Osservatore Romano no publica la siguiente pregunta-respuesta, en la cual el Papa aclara que la Iglesia jamás podrá aprobar el uso del condón como algo moral:
Seewald: ¿Quiere decir, entonces, que la Iglesia Católica en realidad no se opone en principio a la utilización de los condones?
Benedicto XVI: Ella [la Iglesia], por supuesto, no lo considera como una solución real o moral, pero, en este u otro caso, puede haber, sin embargo, la intención de reducir el riesgo de infección, como un primer paso hacia una forma distinta y más humana de vivir la sexualidad.
No quiero pensar que haya sido una omisión voluntaria de L´Osservatore Romano. Resulta extraordinariamente ridículo lo que han publicado los medios por el simple hecho de que no toman en cuenta que para que el Papa pudiera aprobar el uso del preservativo, tendría primero que anular mediante un decreto magisterial: encíclica, carta, bula, motu proprio, etc (y no en una entrevista coloquial) la Humanae Vitae, la Casti Connubii, la Evangelium Vitae, el Catecismo de la Iglesia Católica y todo el magisterio anterior que habla sobre moral sexual y conyugal, incluyendo las Sagradas Escrituras.
En fin, señores periodistas, pues nada, que el Papa no ha justificado el uso del condón, ni para las prostitutas ni para nadie.

Lucrecia Rego de Planas, www.catholic.net

domingo, 28 de noviembre de 2010

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO 2010. HOMILIA


Material de reflexión exclusivo, enviado a nuestro blog de contenidos por el presbítero Padre Carmelo Hernández. Desde Tenerife España.




Is. 2, 1-5;
Sal. 121;
Rom. 13, 11-14;
Mt. 24, 37-44



Podríamos comenzar nuestra reflexión con lo que es propio de este domingo. Se acerca la Navidad, litúrgicamente comenzamos un nuevo ciclo o año litúrgico y en consecuencia iniciamos el adviento. Tiempo en el que dejándonos conducir por los profetas, por Juan Bautista, el precursor, y también contemplando la figura de María nos preparamos para la venida del Señor en la celebración de la Navidad.Con ser totalmente cierto esto que estoy manifestando, sin embargo, confieso que no me quedo satisfecho en mi reflexión.


Primero porque aquí en la celebración hablamos de adviento, cambiamos los colores litúrgicos o incluso empleemos algunos signos especiales, sin embargo para la mayor parte de la gente que nos rodea – quizá nos pueda pasar a nosotros también – decir adviento no les dice nada.


En el fondo está quizá eso de que se acerca la navidad y tenemos que hacer muchos preparativos, pero no llegamos a captar algo más.Por otra parte quizás nos encontramos con reacciones, posturas, actitudes, sentimientos diversos en mucha gente en relación a la navidad que vamos a celebrar. Con la crisis que vivimos tendremos que ajustarnos un poco, dicen algunos, porque claro no podemos gastarnos lo mismo que otros años en la navidad, las fiestas ya no serán las mismas y no sé cuántas consecuencias más.Otros quizá el pensar en la navidad les llena de tristezas, añoranzas y soledades, porque se recuerda a los que faltan, bien porque hayan fallecido, porque estén ausentes en otro lugar o porque quizá ya están solos en la vida y todo son recuerdos.A otros quizá les ha aparecido en la vida la enfermedad, el sufrimiento por distintos motivos, sienten muchas discapacidades en su vida y cómo van a celebrar la navidad así, se preguntan, donde pueden encontrar alegría de fiesta en una situación así.


Podríamos seguir haciendo en ese sentido toda una lista de problemas, preocupaciones, ilusiones tronchadas y rotas, desesperanzas, y hasta amarguras.¿No tendríamos que comenzar por preguntarnos que concepto tenemos de la Navidad y de lo que realmente ha de significar en nuestra vida? Responder con acuerto a esa pregunta nos llevaría a tener una mejor perspectiva del adviento. Decimos que el Adviento es un tiempo de esperanza. ¿En qué medida el adviento puede suscitar una esperanza nueva en este mundo en el que vivimos tan desolado, tan falto de ilusión o con tantos problemas como ahora tenemos? ¿Habrá una respuesta para la inquietud más profunda que pueda sentir el corazón humano en estos momentos?Es aquí donde tenemos que hacer que nuestra fe ilumine de verdad la vida del hombre. Tenemos que sacar a flote lo más hermoso y lo más hondo de nuestra fe.


Y es que además no nos disponemos a hacer unas fiestas sin más, sólo unos encuentros familiares por muy hermosos que sean o unos días simplemente de regalos porque ahora toca.Nosotros vamos a celebrar a Jesús que es en verdad la única luz y sentido del hombre y de la vida. Nosotros vamos a celebrar a Jesús que viene, que vino y que sigue viniendo para ser la única y más profunda salvación del hombre. Nosotros vamos a celebrar al nacimiento de Jesús que es la verdadera y más pronfuda esperanza para el hombre.Si yo creo que Jesús es todo eso para mi, habrá esperanza honda en mi corazón y en mi vida.


Porque Jesús es eso para mí, porque es en verdad mi salvador claro que sentiré una alegría que desborda y que trata de contagiar a cuantos me rodean. El sentido profundo de estas alegrías y estas fiestas tiene que partir de ahí, de todo lo que significa Jesús para mí y lo que entonces representa para mí y para el mundo su nacimiento. Esa es la razón profunda. Y entonces podré celebrar desde lo más hondo, porque tengo esperanza, aunque haya problemas, haya ausencias, o vea mi vida limitada por enfermedades o sufrimientos o hasta vivamos en la más grande pobreza.


Es aquí donde encuentra sentido el adviento, este tiempo litúrgico que la iglesia nos ofrece en estas cuatro semanas para prepararnos para vivir con todo sentido la navidad. Es prepararnos para avivar fuertemente nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor que viene con su salvación. Así descubrimos su hondo significado. A eso tenemos que tender. A eso realmente quiere irnos llevando la Palabra de Dios que se nos va proclamando en estos días.‘Daos cuenta del momento en que vivís, nos decía san Pablo; ya es hora de despertarse del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca…’ Es verdad; vamos a vivir el hoy de la salvación de Dios que llega nuestra vida. No es sólo un recuerdo; es algo vivo que se hace presente en nuestra vida. Es el Señor que llega a nosotros. Pero hemos de estar preparados.Y vivimos un adviento en tiempos de crisis, de problemas, de ausencias quizá, de sufrimiento, de carencias. Pero es que vamos a celebrar a quien nace para traernos la salvación; a traernos la salvación hoy a esos problemas que tenemos. Y porque creemos en Jesús que es Dios que llega a nosotros hecho hombre para nuestra salvación nos llenamos de esperanza y de ilusión. Y buscaremos entonces la manera de celebrar una navidad viva, pero tenemos que hacer también un adviento vivo.


El evangelio nos invita a estar preparados y vigilantes porque no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Señor; el profeta nos anunciaba unos días de paz, donde todos los instrumentos de la guerra se transformarían en herramientas de vida y de paz, porque serían herramientas de trabajo; san Pablo nos dice que nos apartemos de las tinieblas, caminemos en la luz y nos vistamos de la vestidura nueva de Jesucristo.


Por eso nuestro camino de adviento al tiempo que será un camino de austeridad, será también un camino de solidaridad y de amor. Porque ante los problemas que se viven hoy en nuestra sociedad no podemos hacerlo de otra manera. ¿Cómo no vamos a hacernos solidarios con los que a nuestro lado están llenos de carencias y sufrimientos?Tienen que florecer en nuestro corazón esos valores tan hermosos que nos hacen solidarios y generosos, que nos llevan a compartir y a ser capaces de amar de corazón, que nos comprometen por hacer un mundo más justo y más lleno de paz, que llenan nuestro corazón de misericordia para saber consolar y sanar los corazones desgarrados que nos vamos encontrando en el camino, que hacen brillar en nuestros ojos una mirada nueva y limpia para ver en el otro siempre un hermano con el que caminar juntos.Si hacemos ese camino de Adviento llegaremos a la navidad con un corazón renovado de verdad.


Y aunque nuestros problemas no se hayan acabado, aunque sigan muchas soledades cercando nuestro corazón o puedan haber aún algunas lágrimas en nuestros ojos o en nuestro corazón, sin embargo viviremos una navidad distinta, porque ese camino que hayamos recorrido nos llevará a encontrarnos de verdad con el Señor que viene a nuestra vida. Y sentiremos su presencia y su salvación, como nos sentiremos inundados de su amor y de alegría más honda.‘Caminemos a la luz del Señor… vistámonos del Señor Jesucristo’.--




Publicado por Carmelo Hernández González para la semilla de cada dia

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO 2010. HOMILIA

Material de reflexión exclusivo, enviado a nuestro blog de contenidos por el presbítero
Is. 2, 1-5;
Sal. 121;
Rom. 13, 11-14;
Mt. 24, 37-44

Podríamos comenzar nuestra reflexión con lo que es propio de este domingo. Se acerca la Navidad, litúrgicamente comenzamos un nuevo ciclo o año litúrgico y en consecuencia iniciamos el adviento. Tiempo en el que dejándonos conducir por los profetas, por Juan Bautista, el precursor, y también contemplando la figura de María nos preparamos para la venida del Señor en la celebración de la Navidad.Con ser totalmente cierto esto que estoy manifestando, sin embargo, confieso que no me quedo satisfecho en mi reflexión. Primero porque aquí en la celebración hablamos de adviento, cambiamos los colores litúrgicos o incluso empleemos algunos signos especiales, sin embargo para la mayor parte de la gente que nos rodea – quizá nos pueda pasar a nosotros también – decir adviento no les dice nada. En el fondo está quizá eso de que se acerca la navidad y tenemos que hacer muchos preparativos, pero no llegamos a captar algo más.Por otra parte quizás nos encontramos con reacciones, posturas, actitudes, sentimientos diversos en mucha gente en relación a la navidad que vamos a celebrar. Con la crisis que vivimos tendremos que ajustarnos un poco, dicen algunos, porque claro no podemos gastarnos lo mismo que otros años en la navidad, las fiestas ya no serán las mismas y no sé cuántas consecuencias más.Otros quizá el pensar en la navidad les llena de tristezas, añoranzas y soledades, porque se recuerda a los que faltan, bien porque hayan fallecido, porque estén ausentes en otro lugar o porque quizá ya están solos en la vida y todo son recuerdos.A otros quizá les ha aparecido en la vida la enfermedad, el sufrimiento por distintos motivos, sienten muchas discapacidades en su vida y cómo van a celebrar la navidad así, se preguntan, donde pueden encontrar alegría de fiesta en una situación así. Podríamos seguir haciendo en ese sentido toda una lista de problemas, preocupaciones, ilusiones tronchadas y rotas, desesperanzas, y hasta amarguras.¿No tendríamos que comenzar por preguntarnos que concepto tenemos de la Navidad y de lo que realmente ha de significar en nuestra vida? Responder con acuerto a esa pregunta nos llevaría a tener una mejor perspectiva del adviento. Decimos que el Adviento es un tiempo de esperanza. ¿En qué medida el adviento puede suscitar una esperanza nueva en este mundo en el que vivimos tan desolado, tan falto de ilusión o con tantos problemas como ahora tenemos? ¿Habrá una respuesta para la inquietud más profunda que pueda sentir el corazón humano en estos momentos?Es aquí donde tenemos que hacer que nuestra fe ilumine de verdad la vida del hombre. Tenemos que sacar a flote lo más hermoso y lo más hondo de nuestra fe. Y es que además no nos disponemos a hacer unas fiestas sin más, sólo unos encuentros familiares por muy hermosos que sean o unos días simplemente de regalos porque ahora toca.Nosotros vamos a celebrar a Jesús que es en verdad la única luz y sentido del hombre y de la vida. Nosotros vamos a celebrar a Jesús que viene, que vino y que sigue viniendo para ser la única y más profunda salvación del hombre. Nosotros vamos a celebrar al nacimiento de Jesús que es la verdadera y más pronfuda esperanza para el hombre.Si yo creo que Jesús es todo eso para mi, habrá esperanza honda en mi corazón y en mi vida. Porque Jesús es eso para mí, porque es en verdad mi salvador claro que sentiré una alegría que desborda y que trata de contagiar a cuantos me rodean. El sentido profundo de estas alegrías y estas fiestas tiene que partir de ahí, de todo lo que significa Jesús para mí y lo que entonces representa para mí y para el mundo su nacimiento. Esa es la razón profunda. Y entonces podré celebrar desde lo más hondo, porque tengo esperanza, aunque haya problemas, haya ausencias, o vea mi vida limitada por enfermedades o sufrimientos o hasta vivamos en la más grande pobreza.Es aquí donde encuentra sentido el adviento, este tiempo litúrgico que la iglesia nos ofrece en estas cuatro semanas para prepararnos para vivir con todo sentido la navidad. Es prepararnos para avivar fuertemente nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor que viene con su salvación. Así descubrimos su hondo significado. A eso tenemos que tender. A eso realmente quiere irnos llevando la Palabra de Dios que se nos va proclamando en estos días.‘Daos cuenta del momento en que vivís, nos decía san Pablo; ya es hora de despertarse del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca…’ Es verdad; vamos a vivir el hoy de la salvación de Dios que llega nuestra vida. No es sólo un recuerdo; es algo vivo que se hace presente en nuestra vida. Es el Señor que llega a nosotros. Pero hemos de estar preparados.Y vivimos un adviento en tiempos de crisis, de problemas, de ausencias quizá, de sufrimiento, de carencias. Pero es que vamos a celebrar a quien nace para traernos la salvación; a traernos la salvación hoy a esos problemas que tenemos. Y porque creemos en Jesús que es Dios que llega a nosotros hecho hombre para nuestra salvación nos llenamos de esperanza y de ilusión. Y buscaremos entonces la manera de celebrar una navidad viva, pero tenemos que hacer también un adviento vivo.El evangelio nos invita a estar preparados y vigilantes porque no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el Señor; el profeta nos anunciaba unos días de paz, donde todos los instrumentos de la guerra se transformarían en herramientas de vida y de paz, porque serían herramientas de trabajo; san Pablo nos dice que nos apartemos de las tinieblas, caminemos en la luz y nos vistamos de la vestidura nueva de Jesucristo.Por eso nuestro camino de adviento al tiempo que será un camino de austeridad, será también un camino de solidaridad y de amor. Porque ante los problemas que se viven hoy en nuestra sociedad no podemos hacerlo de otra manera. ¿Cómo no vamos a hacernos solidarios con los que a nuestro lado están llenos de carencias y sufrimientos?Tienen que florecer en nuestro corazón esos valores tan hermosos que nos hacen solidarios y generosos, que nos llevan a compartir y a ser capaces de amar de corazón, que nos comprometen por hacer un mundo más justo y más lleno de paz, que llenan nuestro corazón de misericordia para saber consolar y sanar los corazones desgarrados que nos vamos encontrando en el camino, que hacen brillar en nuestros ojos una mirada nueva y limpia para ver en el otro siempre un hermano con el que caminar juntos.Si hacemos ese camino de Adviento llegaremos a la navidad con un corazón renovado de verdad. Y aunque nuestros problemas no se hayan acabado, aunque sigan muchas soledades cercando nuestro corazón o puedan haber aún algunas lágrimas en nuestros ojos o en nuestro corazón, sin embargo viviremos una navidad distinta, porque ese camino que hayamos recorrido nos llevará a encontrarnos de verdad con el Señor que viene a nuestra vida. Y sentiremos su presencia y su salvación, como nos sentiremos inundados de su amor y de alegría más honda.‘Caminemos a la luz del Señor… vistámonos del Señor Jesucristo’.--
Publicado por Carmelo Hernández González para la semilla de cada dia

lunes, 22 de noviembre de 2010

MILAGROS QUE NOS MUESTRAN LA PRESENCIA REAL DE JESUS EN LA EUCARISTIA (6)

El pequeño hijito de una familia latina residente en Oregon (EE.UU) sufre un paro respiratorio. Fue desahuciado por los medicos. Su Madre decide llevar al nene a la Misa de Sanacion que se celebrara en la Parroquia cercana...

Milagro Eucaristico

MILAGROS QUE NOS MUESTRAN LA PRESENCIA REAL DE JESUS EN LA EUCARISTIA (5)

En la epoca de las apariciones de la Virgen María en Betania (Venenzuela) en los años 80' una Hostia consagrada sangró en una Santa Misa. Esta Hostia se conserva todavía, dentro de un Sagrario especial. Esto es lo que captó una camara de video en un momkento de adoracion de este milagro eucaristico, un milagro dentro de un milagro.

MES DE MARIA 16 NOV.wmv

sábado, 20 de noviembre de 2010

HOMILIA SOLEMNIDAD DE CRISTO REY. Domingo 21 de Noviembre 2010


Un Material enviado desde Tenerife España Por Nuestro Amigo el Padre Presbítero. Carmelo Hernández.


A El la gloria y el poder por los siglos de los siglos.


2Sam. 5, 1-3; Sal. 121; Col. 1, 12-20; Lc. 23, 35-43


Si a alguien ajeno a nuestra fe y sin tener conocimiento de nuestro sentir cristiano le dijeramos que hoy estamos celebrando a Jesucristo, Rey del Universo, y escuchara el evangelio que hemos proclamado, quizá se preguntaría cómo es que tenemos a un Rey que está colgado de un madero y entre dos malhechores condenado como un malhechor. Quizá se preguntaría si tendríamos otro evangelio mejor que nos definiera ese reinado de Cristo.


¿Qué pensamos nosotros y qué respuesta le daríamos?
Claro que para nosotros sí tiene significado este texto del evangelio y con él mejor que con ningún otro proclamamos la realeza de Cristo. Ahí lo contemplamos en su entrega suprema, en el más grande y hermoso sacrificio que podía ofrecer por nuestra redención y con el que proclama en verdad que es el único Rey y Señor de nuestra vida.


Jesús a lo largo del evangelio nos habla del Reino de Dios. Es su principal anuncio y proclamación. En el comienzo de su predicación nos anuncia la llegada del Reino y nos invitaba a convertirnos a él. Nos explica con sus parábolas las características de ese Reino y a los discípulos en concreto les señala cuales han de ser las actitudes fundamentales para vivir en el estilo de su Reino.


La gente confundida unas veces preguntan si ya ha llegado el momento de instaurarse esa soberanía de Israel o en otras ocasiones entusiasmados con las cosas que Jesús hace querrán hacerlo Rey. Cuando lo acusan ante Pilato y éste pregunta si es Rey, le dirá que su Reino no es como lo de este mundo, porque El ha venido a proclamar la verdad. El rehusa esos deseos de hacerlo rey a la manera de los reyes de este mundo porque la verdadera grandeza en su reino no va por esos caminos, como nos lo había enseñado; sólo aceptará ser aclamado a la entrada en Jerusalén, pero montado sobre una borrica, porque va a ser el anticipo de su verdadero momento de gloria que será su entrega en su muerte en la cruz.


Conociendo el evangelio, habiendo escuchado lo que Jesús nos ha ido enseñando, podremos entender muy bien que al celebrar a Jesucristo como Rey del universo, tal como es el título de esta fiesta, escuchemos el evangelio que nos lo presenta colgado del madero de la cruz. Ahí está como el último, entre los malhechores, en la muerte más ignominiosa, pero con las muestras del amor más profundo y más verdadero; el amor de quien se entrega hasta el final, hasta dar la vida que es la suprema prueba del amor.


Y contemplándolo así nosotros, hoy, con ese hermosísimo himno de la carta a los Colosenses, que ya era un himno a Cristo en aquellas primeras comunidades cristianas ‘damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz’. Con Cristo somos herederos de la más rica de las herencias, que es la gracia, que es la vida de Dios que nos regala, que es la participación en su reino.


Y ‘damos gracias… porque El nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados’. ¿Queremos más títulos y más razones para proclamarlo en verdad como Rey y Señor de nuestra vida? El nos ha redimido, nos ha rescatado, nos ha dado la salvación, nos ha hecho hijos y herederos, nos hace partícipes de su Reino.


Volviendo al texto del evangelio allí estamos viendo que, aunque quieren tentarlo y hasta burlarse de El por estar clavado en el suplicio de la cruz, sin embargo van desgranando, como si de una letanía o una lista se tratara, que es el Mesías, el Elegido de Dios – como lo había anunciado el profeta y como será proclamado también desde el cielo en el Jordán o en el Tabor -, el Hijo de Dios y el verdadero Rey de Israel. Será ese también el título que aparece en la tablilla de la sentencia, ‘Jesús Nazareno, Rey de los Judíos’. Pero será el malhechor arrepentido quien hará una verdadera confesión de fe en Jesús y en la trascendencia que espera alcanzar para su vida. ‘Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino’. A lo que Jesús responderá con ese hermosísimo ‘hoy estarás conmigo en el paraíso’. El hoy de Dios y de su Salvación que tan puntualmente llegue a nuestra vida cuando nos abrimos a Dios aunque sea desde la más honda miseria de nuestro pecado.


Sí, proclamamos a Jesús como Rey y Señor, como el primero y el principio, como el primogénito de entre los muertos, porque además le contemplamos no sólo en su muerte en la Cruz sino resucitado y glorioso. Tiene todos los derechos a que lo llamemos el Señor, el Rey de nuestra vida, porque así nos ha arrancado de las tinieblas y de la muerte, porque así quiere que vivamos para siempre en su vida. El es nuestra reconciliación y nuestra paz. ‘Por El quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su Cruz’, como nos dice san Pablo.


Pero esta proclamación que hoy nosotros hacemos en nuestra celebración no se puede quedar en palabras entusiastas, aunque por supuesto tenemos que cantar y victorear al Señor de nuestra vida. Esta proclamación para nosotros tiene que ser un compromiso, porque si queremos que El sea nuestra Rey, queremos vivir en su Reino, queremos entonces darle a nuestra vida el estilo y el sentido del Reino de Dios. Y no es otra cosa que hacer lo que El nos dice, o vivir como fue su vida.


Proclamar a Jesucristo Rey es vivir un amor generoso siempre entregado y hasta el final; es hacerse el último y el servidor de todos; es ser siempre instrumentos de reconciliación porque buscamos y ofrecemos el perdón y la amistad siempre renacida y nueva; es ser constructores de paz y de unión allí donde estemos, arrancando todo atisbo de violencia o cualquier semilla de discordia; es buscar esos caminos de plenitud, de autenticidad, de verdad, de justicia y de amor; es saber poner siempre en el centro de nuestra vida a Dios verdadero sentido de nuestro vivir y de nuestro caminar.


Cristo Jesús será ya para siempre para nosotros el mejor lugar de encuentro con Dios porque es el Emmanuel (Dios con nosotros); el verdadero templo de Dios porque en El y por El será como mejor demos culto al Padre todopoderoso; el que nos hará sentir a Dios como único Señor del hombre y de la historia. ‘El es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura, porque porque medio de El fueron creadas todas las cosas’, como nos ha dicho san Pablo y como confesamos en el Credo.


Como dice el Apocalipsis y nos ofrecía la antífona de entrada de esta Eucaristía, ‘digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor. A El la gloria y el poder por los siglos de los siglos’.

MES DE MARIA 15 NOV

MES DE MARÍA 14 NOV

MES DE MARIA 13 NOV

MES DE MARÍA 12 NOV

MES DE MARÍA 11 NOV

martes, 2 de noviembre de 2010

HOMILIA FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS 2010



Reflexión enviada por nuestro Amigo y Hermano. Presbítero Carmelo Hernández Desde Islas Canarias Tenerife España.


Apoc. 7, 2-4.9-14;
Sal. 23;
1Jn. 3, 1-3;
Mt. 5, 1-12
‘A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles, la multitud admirable de los profetas, el blanco ejercito de los mártires; todos los santos y elegidos te proclaman a una sola voz, Santa Trinidad, único Dios… venid adoremos a Dios que es glorificado en la asamblea de los santos…’Así nos invita la liturgia en sus diversas antífonas a adorar, alabar, bendecir y cantar la gloria de Dios. Hoy es la fiesta grande, la solemnidad de Todos los Santos. Esa muchedumbre inmensa que nadie podía contar de la que nos habla el libro del Apocalipsis cuando nos describe la liturgia celestial. Esa asamblea festiva a la que nosotros queremos unirnos también. Esa multitud admirable de los que ahora cantan eternamente la gloria de Dios, son intercesores nuestros que desde el cielo nos ayudan en nuestras necesidades y en nuestra debilidad, y son el más hermoso ejemplo y estímulo para los que aún peregrinamos en la tierra con ansias de cielo.Es la Iglesia celestial, la Jerusalén celeste, la asamblea festiva de todos los santos que ya eternamente alaba al Señor en el cielo. Nosotros somos aún la iglesia peregrina, pero llena de esperanza, alegre y guiada por la fe aspira a formar parte un día de esa asamblea festiva del cielo. Esperanza que nos anima en nuestro caminar. Fe y esperanza que nos hace mirar hacia lo alto y nos ayuda a darle profunda trascendencia al camino que ahora hacemos por la vida. Fe y esperanza que nos hacen pregustar ya esa alegría del cielo aunque aún en este camino estemos rodeados de sufrimientos o nos sintamos tentados por el mal para abandonar el camino.Es una fiesta hermosa a la que la Iglesia nos invita en este día. Pero es al mismo tiempo una invitación a que le demos tal sentido y profundidad a nuestra vida ahora que podamos aspirar a esos bienes del cielo, aspirar a participar un día de esa gloria del Señor. Por eso el contemplar esta asamblea festiva de todos los santos es para nosotros una invitación, un estímulo para que busquemos, tratemos de todos modos de vivir una vida santa. Que por la santidad con que ahora vivamos nuestra vida un día podamos contemplar a Dios y disfrutar de su gloria.A esto nos conduce toda la Palabra de Dios que hoy se nos ha proclamado en esta fiesta de Todos los Santos. San Juan nos ha hablado del amor que Dios nos tiene tan grande que nos llama hijos, porque en realidad nos ha hecho hijos. ‘Somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que cuando se manifieste seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es’. Si nos detenemos un momento a considerar esto tan hermoso que nos está diciendo el apóstol, no podemos menos que dar gracias al Señor por la dignidad tan grande que nos ha concedido, pero aún más por la promesa que nos hace de que nos uniremos de tal manera a El que le podremos ‘ver tal cual es’. Si esa es nuestra meta, ¿cómo no vivir santamente?¿En qué consiste ese camino de santidad que hemos de recorrer, que hemos de vivir? Podríamos decir sencillamente, parecernos a Jesús. No es otra cosa lo que tenemos que hacer sino vivir su vida, configurarnos con El. ¿No nos decía Pablo que su vivir era Cristo? Es lo que tenemos que hacer, copiar totalmente su vida en nosotros, meternos en El, como quien se mete en un molde, para que nuestro querer y nuestro vivir, nuestros sentimientos y nuestras actitudes, lo que hacemos o lo que pensamos no sea otra cosa sino reflejar a Cristo, vivir a Cristo.¿Cómo podremos irnos impregnando de Cristo? El evangelio de hoy nos lo dice. Encarnar en nuestra vida el espíritu de las Bienaventuranzas. Recordemos que Jesús desde el inicio de su predicación nos invitaba a convertirnos a la Buena Noticia porque llegaba el Reino de Dios. Pues cuando nos proclama las Bienaventuranzas en el Sermón del Monte nos dirá que ‘de ellos es el Reino de los cielos’. Los que viven el espíritu de las bienaventuranzas están viviendo, están ya participando del Reino de los cielos.Y nos dirá que ‘de los pobres de espíritu y los que lloran, de los que sufren o los que tienen hambre y sed de justicia, de los que obran con misericordia o son limpios de corazón, de los que trabajan por la paz y a los que incluso les toca sufrir todo tipo de persecución a causa de su nombre, de ellos es el Reino de los cielos’.Pobres porque nada tenemos o de todo nos desprendemos en la generosidad del amor; sufridos porque el dolor y el sufrimiento nos puede aparecer en nuestra vida o porque somos capaces de compartirlo con los que sufren a nuestro lado de tal manera que hacemos nuestro su sufrimiento; lloramos porque tenemos ansias de más y de lo mejor no ya sólo para nosotros sino porque buscamos siempre lo bueno y lo justo para los otros para que sean siempre felices; buscamos el bien aunque sea con sufrimiento, llenamos nuestro corazón de compasión y misericordia y lo mantenemos siempre limpio de toda maldad; o vamos a padecer la incomprensión y hasta la persecución de aquellos que quizá no entiendan nuestra manera de vivir según el sentido y estilo del evangelio.Por ahí va el espíritu de las bienaventuranzas. Y Jesús nos dice que así estamos construyendo el Reino de Dios y que no temamos porque no nos faltará consuelo, y paz, y misericordia, y gozo hondo en el alma que nos dará las mayores satisfacciones, y que un día, porque somos limpios de corazón, podremos ver a Dios.Es el camino que hizo Jesús delante de nosotros. Es el camino de dicha y de felicidad al que El nos invita. Es el camino que podremos hacer sin decaer ni desanimarnos porque le sentiremos a El siempre a nuestro lado. Es el camino que haremos gozosos, aunque broten lágrimas en ocasiones de nuestros ojos, pero que en la trascendencia que le damos a nuestra vida, sabemos que un día podemos vivirlo todo en plenitud junto a Dios. Si no tuviéramos esa esperanza y no le diéramos esa trascendencia a nuestra vida quizá no seríamos capaces de hacerlo.Es el camino de santidad al que hoy nos está invitando esta fiesta de Todos los Santos. En ellos nos sentimos estimulados y ellos desde el cielo son intercesores de gracia para nosotros. ‘Concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón’, pedíamos en la oración litúrgica. Y en la oración de las ofrendas vamos a pedir ‘que sintamos interceder por nuestra salvación a todos aquellos que ya gozan de la gloria de la inmortalidad’.Que en ese sentido vaya siempre la oración que hacemos a los santos para que intercedan por nosotros. Algunas veces parece que no hemos llegado a entender bien lo que tiene que ser esa intercesión que de ellos deseamos. Nos preocupamos de pedirles principalmente por nuestras necesidades materiales pero le pedimos poco para que nos alcancen la gracia del Señor para ser nosotros cada día más santos, que tiene que ser siempre lo más importante de nuestra vida. Les pedimos a ellos como si fueran los poderosos y algunas veces pareciera que los hacemos dioses que nos tienen que conceder lo que necesitamos, y nos olvidamos de que ellos sólo son unos intercesores por nosotros ante el Señor. Y no olvidemos que son intercesores, sí, pero son modelos y ejemplo para nosotros de esa santidad a la que estamos llamados y que tenemos que aprender a ver reflejada en sus vidas.Como pediremos en la última oración de la Eucaristía que ‘realizando nuestra santidad por la participación en la plenitud de tu amor, pasemos de esta mesa de la Iglesia peregrina al banquete del Reino de los cielos’. --


Publicado por Carmelo Hernández González para la semilla de cada dia

Material Enviado Por el Presbítero Padre Carmelo Hernández. Desde Tenerife España.


CONMEMORACION DE LOS FIELES DIFUNTOS
Filp. 3, 20-21;
Sal. 26;
Jn. 14, 1-6
Tras la celebración gozosa, festiva, y hasta triunfante, podríamos decir, de Todos los Santos ayer, hoy la Iglesia nos invita a hacer la conmemoración de todos los difuntos. Pero de entrada quiero decir que no tiene que ser menos festiva o gozosa por el hecho de que recordemos a los difuntos; un cristiano siempre lo hace en la esperanza y con nuestra fe puesta en Jesucristo, muerto y resucitado, para así llenarnos a todos de vida y de salvación.Pensar en los difuntos nos hace pensar en la muerte. Algunos se llenan de tristeza y hasta de angustia, lo que tendría que hacernos analizar cuál es el sentido cristiano que de la muerte tenemos. Sin embargo, para otros en la cultura actual es algo que lo que no se quiere pensar; se oculta la muerte o a lo más tratamos de pasar por ese pensamiento de la muerte casi de puntillas para no traumatizarnos.Aspiramos a una eterna juventud donde no tenga cabida la muerte y buscamos una vida de bienestar que queremos prolongar sin fin, y hasta osamos querer tener decisiones por nosotros mismos si una vida merece o no merece vivirse y en consecuencia tener el derecho de acabar con ella por nuestra cuenta y a nuestro arbitrio.Pero la muerte es una realidad de nuestra existencia humana que en lo físico o corporal un día de tener su fin. Pero no somos nosotros dueños de la vida de tal manera que tengamos derecho a acabar con ella según nuestra conveniencia. La vida es un don sagrado que Dios nos ha regalado, y la vida, toda vida siempre es muy valiosa. La hora de nuestra muerte entra dentro del misterio de Dios y de su voluntad para el hombre.Pero aparte de esta afirmación creyente – afirmamos que es un don que Dios nos ha regalado – desde el misterio de Cristo tenemos otra esperanza y otra manera distinta de enfrentarnos al hecho de la muerte y en consecuencia de vivir nuestra vida y también nuestra muerte.Como comprendemos, para nosotros la vida es algo más que lo físico o lo corporal en cuanto estamos sujetos a un cuerpo, aunque esa vida física también la valoramos y la cuidamos. Tiene una dimensión espiritual que no se queda en los sentimientos o los pensamientos que podamos sentir o expresar en esta vida terrena. Es que a todo eso nosotros añadimos una trascendencia que va más allá de los límites de una vida terrena, porque como nos dice la fe estamos llamados a vivir una vida eterna en la plenitud de Dios.Si ayer, por ejemplo, podíamos celebrar la fiesta de Todos los Santos, lo hacíamos no sólo porque recordáramos lo bueno y lo ejemplar, el testimonio que con su vida y su fe nos dieron mientras peregrinaron por este mundo, sino que lo hacíamos pensando en esa plenitud de vida que ahora ellos tienen en Dios.Por eso es tan importante para nosotros la virtud de la esperanza; la esperanza cristiana que nos lleva a creer en Dios y en su Palabra, a esperar esa vida eterna en plenitud que el Señor nos ha prometido. Y ¿en qué basamos nuestra esperanza? En la fe que tenemos en Cristo, muerto y resucitado.Cristo murió y resucitó para llevarnos a la vida, a la vida eterna. Cristo murió y resucitó para alcanzarnos la salvación; esa salvación que es redención y es perdón; esa salvación que es vida nueva que nos llena de la vida de Dios para hacernos hijos de Dios; esa salvación que cuando nos hace hijos nos hace herederos y coherederos con Cristo de vida eterna, de ese Reino eterno de Dios que por Cristo podemos llegar a vivir en plenitud.Con Cristo resucitamos para una vida nueva. Con Cristo estamos llamados a vivir en Dios esa vida eterna para siempre. Creemos en Cristo y de El nos alimentamos y El prometió resucitarnos en el último día.Entonces cuando hoy hacemos esta conmemoración de todos los difuntos, y en cualquier momento recordamos a los difuntos, lo hacemos siempre en esperanza. Esperamos que vivan en Dios esa plenitud de vida y salvación. Por eso nuestra recuerdo se hace oración; oramos por ellos, pero nunca con angustia ni desconsuelo, sino siempre con esperanza. No es éste un día para el llanto desesperanzado, sino un día de esperanza y de gozo en el Señor.Queremos ofrecerle nuestro recuerdo lleno de amor a aquellos difuntos queridos, familiares o amigos, y hacemos ofrendas de flores y velas encendidas. Pero no nos podemos quedar en eso solamente sino que lo importante será nuestra oración, y la oración más hermosa que nosotros podemos ofrecer que es la celebración de la Eucaristía. Las luces tienen sentido como ofrenda que hacemos, pero también como recuerdo e imagen de la luz que Cristo nos dio y que tuvo que iluminar toda nuestra vida, y como esperanza de que ya estén para siempre en el Reino de la Luz de Dios.Todo eso lo expresa muy bien la liturgia en sus oraciones en la celebración de la Eucaristía y en la Palabra de Dios que se nos proclama. Oramos por todos los que han muerto en la esperanza de la resurrección y oramos por todos acogiéndolos a la misericordia del Señor. Pedimos al Señor que los admita a contemplar la luz de su rostro, decimos en las plegarias eucarísticas, en el reino de la luz y de la vida.En la Palabra de Dios que hemos escuchado se nos recuerda que somos ciudadanos del cielo y hacia allí caminamos, porque allí el Señor no tiene en su amor reservado sitio. Por eso nos invita Jesús hoy a la fe y a no perder la paz. Esa paz de la fe que en El tenemos y esa paz de la esperanza. Con esa fe y esa esperanza elevamos hoy nuestra oración al Señor por todos los difuntos, como decimos en una plegaria eucarística, ‘cuya fe sólo tú conociste’. --