domingo, 30 de julio de 2023

NOVENA AL PADRE CELESTIAL (en preparación a su fiesta del 7 de agosto) - DÍA TERCERO

 

Tercer Día:

Bendito seas Señor, Padre que estás en los cielos, porque en tu infinita bondad, te has inclinado sobre la miseria del hombre. 

Te pedimos que mires hoy con ojos de misericordia, a tus hijos anglicanos, nuestros hermanos, para que muy luego te demos Padre, la alegría de nuestra unión.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.

Se concluye rezando el Rosario corto al Padre Celestial

Empezar con el Credo, 1Padre, nuestro, 1 Ave María y 1 Gloria.

Luego en las 10 cuentas chicas se dice:

 +Padre mío y Dios mío

- Padre nuestro y Dios nuestro.

En las cuentas grandes se dice:  Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...

Y se sigue repitiendo de esta manera en las cinco decenas.

Al final se repite 3 veces: Padre Dios, dulce esperanza de nuestras almas, que seas conocido, alabado, amado, adorado y glorificado por todos los hombres en toda la tierra.

Padre Dulcísimo, tu sabes

Padre Dulcísimo, tu puedes

Padre Dulcísimo, tu ves

Padre Dulcísimo, ¡PROVEE!

NOVENA A JESÚS TRANSFIGURADO - DÍA TERCERO

 


Oración Inicial

     Jesús, Rey de sangre, de luz y de gloria, te suplicamos por la bondad infinita de tu corazón, que nos mires con ternura:

       Triunfa en las conciencias de los pecadores y en las almas de los justos.

        Purifica nuestros cuerpos y santifica nuestras almas.

    Corona nuestros anhelos y nuestros esfuerzos de santidad de Gracia glorificadora.

    Ayúdanos a buscar en tu Eucaristía el germen y la garantía de nuestra propia resurrección y glorificación.

    Para que, al cumplirse en nosotros tus designios salvadores, podamos glorificarte a ti, en vida, en muerte y eternidad.

    No mires nuestras faltas, sino sólo tu misericordia, y concédenos lo que con corazón humillado y confiado te pedimos (se pide la  gracia que se desea conseguir)

    Jesús Transfigurado que también todos los hombres te alaben y glorifiquen, ahora y por siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Meditación

Jesús había llevado al Tabor a Pedro, Juan y Santiago el Mayor, para allí a rezar, como lo hacía El a menudo, perseverando a veces durante toda la noche en oración.

Pero los tres Apóstoles, después de un rato, vencidos por el cansancio, se quedaron dormidos.

Hay un sueño físico y modorra espiritual; hay inclinación al menor esfuerzo, a la comodidad; hay miedo al riesgo, hay rutina, falta de fervor, falta de generosidad... Todo esto limita el trabajo de la gracia en nosotros.

El que quiera vivir la espiritualidad de la Transfiguración deberá esforzarse continuamente para dar en cada momento-dentro de sus limitaciones todo lo que puede dar: el alma siempre presente a sí misma, siempre despierta delante de Dios; la mente siempre abierta a la luz del Espíritu Santo; el corazón siempre generoso y decidido en la entrega; siempre de rodillas en su interior, en la adoración a la Trinidad Santísima y los brazos siempre levantados al Padre por el mundo entero.

Si los Apóstoles se habían quedado dormidos, por el contrario Jesús había superado el cansancio y había perseverado en la oración, con esfuerzo y heroísmo, y su Divinidad había desbordado en su cuerpo y en su alma, y así ahora su humanidad aparece resplandeciente del mismo resplandor de Dios.

Si bien la transfiguración no se realiza como premio al esfuerzo de Jesús por haber perseverado en la oración, con todo, su ejemplo debe alentarnos al esfuerzo, a la superación y a la oración. Porque Dios puede invadirnos y transfigurarnos en proporción a cuanto nos vaciamos de nosotros mismos, y también en proporción a cuanto nos esforzamos en corresponder al trabajo del Espíritu Santo en nosotros.

El que quiera vivir la espiritualidad de la transfiguración dará suma importancia a la oración, la meditación, al Oficio Divino… a fin de que el Espíritu Santo pueda paulatinamente transfigurarlo y divinizarlo.

 Oración Final

    ¡Oh Jesús Transfigurado! que en el resplandor de tu gloria conversaste con Moisés y Elías de tu Pasión y Muerte, ayúdanos a no separar nunca nuestros anhelos de gloria eterna de la cruz redentora, que abrazada con amor, nos hace posible llegar a la glorificación.

    ¡Padre Celestial! que en la Transfiguración de tu muy amado Hijo, nos exhortaste a escucharle, crea en nosotros un espíritu nuevo y una mayor docilidad para aceptar y vivir a Cristo y su doctrina de Amor, para que así alcancemos a participar de su gloria.

    Y tú ¡Oh Espíritu Santo! que en forma de nube luminosa también te hiciste presente en el Tabor, ilumina nuestro entendimiento e inflama nuestros corazones para que podamos entender y asimilar siempre mejor las enseñanzas y los ejemplos de Jesús, que con el Padre y contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.