Oración Inicial
Jesús, Rey de sangre, de luz y de gloria, te suplicamos por la bondad infinita de tu corazón, que nos mires con ternura:
Triunfa en las conciencias de los pecadores y en las almas de los justos.
Purifica nuestros cuerpos y santifica nuestras almas.
Corona nuestros anhelos y nuestros esfuerzos de santidad de Gracia glorificadora.
Ayúdanos a buscar en tu Eucaristía el germen y la garantía de nuestra propia resurrección y glorificación.
Para que, al cumplirse en nosotros tus designios salvadores, podamos glorificarte a ti, en vida, en muerte y eternidad.
No mires nuestras faltas, sino sólo tu misericordia, y concédenos lo que con corazón humillado y confiado te pedimos (se pide la gracia que se desea conseguir)
Jesús Transfigurado que también todos los hombres te alaben y glorifiquen, ahora y por siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Meditación
Jesús había llevado al
Tabor a Pedro, Juan y Santiago el Mayor, para allí a rezar, como lo hacía El a
menudo, perseverando a veces durante toda la noche en oración.
Pero los tres Apóstoles,
después de un rato, vencidos por el cansancio, se quedaron dormidos.
Hay un sueño físico y
modorra espiritual; hay inclinación al menor esfuerzo, a la comodidad; hay
miedo al riesgo, hay rutina, falta de fervor, falta de generosidad... Todo esto
limita el trabajo de la gracia en nosotros.
El que quiera vivir la
espiritualidad de la Transfiguración deberá esforzarse continuamente para dar
en cada momento-dentro de sus limitaciones todo lo que puede dar: el alma
siempre presente a sí misma, siempre despierta delante de Dios; la mente
siempre abierta a la luz del Espíritu Santo; el corazón siempre generoso y
decidido en la entrega; siempre de rodillas en su interior, en la adoración a
la Trinidad Santísima y los brazos siempre levantados al Padre por el mundo
entero.
Si los Apóstoles se habían
quedado dormidos, por el contrario Jesús había superado el cansancio y había
perseverado en la oración, con esfuerzo y heroísmo, y su Divinidad había
desbordado en su cuerpo y en su alma, y así ahora su humanidad aparece
resplandeciente del mismo resplandor de Dios.
Si bien la transfiguración
no se realiza como premio al esfuerzo de Jesús por haber perseverado en la
oración, con todo, su ejemplo debe alentarnos al esfuerzo, a la superación y a
la oración. Porque Dios puede invadirnos y transfigurarnos en proporción a
cuanto nos vaciamos de nosotros mismos, y también en proporción a cuanto nos
esforzamos en corresponder al trabajo del Espíritu Santo en nosotros.
El que quiera vivir la
espiritualidad de la transfiguración dará suma importancia a la oración, la
meditación, al Oficio Divino… a fin de que el Espíritu Santo pueda
paulatinamente transfigurarlo y divinizarlo.
Oración Final
¡Oh Jesús Transfigurado! que en el resplandor de tu gloria conversaste con Moisés y Elías de tu Pasión y Muerte, ayúdanos a no separar nunca nuestros anhelos de gloria eterna de la cruz redentora, que abrazada con amor, nos hace posible llegar a la glorificación.
¡Padre Celestial! que en la Transfiguración de tu muy amado Hijo, nos exhortaste a escucharle, crea en nosotros un espíritu nuevo y una mayor docilidad para aceptar y vivir a Cristo y su doctrina de Amor, para que así alcancemos a participar de su gloria.
Y tú ¡Oh Espíritu Santo! que en forma de nube luminosa también te hiciste presente en el Tabor, ilumina nuestro entendimiento e inflama nuestros corazones para que podamos entender y asimilar siempre mejor las enseñanzas y los ejemplos de Jesús, que con el Padre y contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.