sábado, 29 de septiembre de 2012

ADORACIÓN PERPETUA DEL MES DE SEPTIEMBRE 2012.



Siguiendo la Propuesta Evangelizadora de Presentar a Jesús Sacramentado Expuesto durante toda una Jornada - Se ha realizado nuevamente en la Parroquia de Rinconada de Silva - Esta Hermosa y ya Tradicional Actividad de Oración y Contemplación.









FIESTA DE SAN MIGUEL ARCANGEL EN RINCONADA DE SILVA - 2012

Con una Novena y Oración Permanente  se ha Preparado y Celebrado la Festividad de San Miguel Arcángel - En la Parroquia de Rinconada de Silva.








sábado, 22 de septiembre de 2012

ENCUENTRO PASTORAL JUVENIL TRANSFIGURISTA. EN CONTEXTO DE MISIÓN JOVEN. 2012














La atleta etíope Defar muestra al mundo la imagen de la Virgen María con Jesús


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Cristiana ortodoxa, encomendó su carrera a Dios con una señal de la cruz y completó la distancia de cinco mil metros en 15:04:25. Tras ganar sacó de su camiseta la imagen que llevaba en su pecho.
La atleta etíope Meseret Defar protagonizó uno de los momentos más emotivos de las Olimpiadas de Londres 2012 cuando al cruzar la meta en la final femenina de los 5.000 metros planos y hacerse de la medalla de oro, sacó de su pecho una imagen de la Virgen María, la mostró a las cámaras y se la puso en el rostro en un momento de intensa oración.
Defar, cristiana ortodoxa, encomendó su carrera a Dios con una señal de la cruz y completó la distancia en 15:04:25, venciendo a su compatriota y tradicional rival Tirunesh Dibaba, quien llegó como favorita de la prueba.
Con lágrimas de emoción, Defar mostró al mundo la imagen de la Virgen con el Niño Jesús en brazos que la acompañó en todo el recorrido.
Durante toda la carrera, tres corredoras etíopes y tres de Kenia se disputaban los primeros lugares, Defar aceleró en el último tramo y logró separarse del grupo.
La medalla de plata fue para Vivian Cheruiyot de Kenia y la de bronce para Dibaba.
Meseret Defar nació el 19 de noviembre de 1983 en Addis Abeba, Etiopía. Ha sido subcampeona en el Mundial de atletismo de Helsinki 2005, donde fue vencida por Dibaba.
Ha sido también dos veces campeona mundial de 3.000 metros bajo techo. En las Olimpiadas de Atenas 2004 ganó la medalla de oro en los 5000 metros y en Beijing 2008 obtuvo la medalla de bronce en esta misma prueba.
El 3 de junio de 2006 batió en Nueva York el récord mundial de los 5.000 metros con 14:24,53, mejorando en 15 centésimas el anterior récord de la turca Elvan Abeylegesse.
La noticia además de ser un testimonio de fe, tiene un interés especial por la reivindicación de la libertad religiosa y de expresión, máxime cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) por primera vez en estas Olimpiadas ha dispuesto una serie de normas entre las que se incluía la prohicion de acceder a los estadios olimpicos con libris religiosos.

¿Qué Significa la Palabra AMÉN?. Reflexiona y Compartelo




La palabra “Amén” la encontramos por primera vez en el primer libro de las Crónicas:
Alaben al Señor porque es bueno. Porque es eterna su misericordia. Digan: Sálvanos, Señor, Dios nuestro, y júntanos de entre las naciones, a fin de celebrar tu nombre santo y tener nuestra gloria en alabarte. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre hasta siempre: Que todo el pueblo diga: Amén. Aleluya. Todo el pueblo contestó «Amén» y alabó a Yavé. (1Cron 16, 34-36)
Me entró la curiosidad hace poco de contar las veces que usamos la palabra “Amén” ya sea en nuestro lenguaje con Dios o en nuestras oraciones que acaban siempre con esa antigua palabra. Me di cuenta que son muchas las veces que la utilizamos, pero ¿Qué significa?, ¿De dónde proviene?, ¿Cuándo decirla?…
Amén es una palabra aramea, de la lengua que hablaba Jesús, y significa la fuerza, la firmeza, la solidez, la estabilidad, la duración, la credibilidad, la fidelidad, la seguridad total… Y suele traducirse como “ASÍ SEA”.
En los tiempos de la Biblia cuando se hablaba en arameo si un hombre decía ”Amén” quería decir que hablaba con seriedad. Era casi un juramento.
Desde niños se nos ha enseñado que cuando terminemos una oración digamos Amén, al hacerlo le estamos pidiendo a Dios que lo que dice e implica esa oración se haga realidad en cada aspecto de nuestra vida.
Pero no es tan simple, debemos estar conscientes de lo que estamos diciendo cuando la repetimos tanto. Decir Amén implica un gran compromiso, es hacer una profesión de fe, es decirle a Dios que sí, que estamos de acuerdo con todo lo que Él nos dice, es repetirle una y otra vez que le vamos a ser fieles, es asegurar nuestra esperanza.
Es triste que al momento de orar es como si estuviéramos conversando con alguien y al terminar ya no es necesario seguir con esa conversación, porque ya dijimos amén.
Recuerda que no es necesario estar en la iglesia de rodillas para conversar con el Señor, podemos hacerlo durante el día en nuestras tareas diarias. El Amén es solamente el “así sea” y no el despedir o dejar de hacer lo que estaba haciendo, sobre todo cuando oramos.
“En efecto, todas las promesas de Dios encuentran su «sí» en Jesús, de manera que por él decimos «Amén» a Dios, para gloria suya.” (2Cor 1,20)
- A ti que lees ésta pequeña reflexión: “Dios te bendiga”, creo que responderás con ”Amén”. :)
Andrés Loya / Catoliscopio.com

¿Cómo Pasar de Rezos Que Cansan a la Oración Que Se Disfruta?



Autor: P Evaristo Sada LC | Fuente: www.la-oracion.com

Ten paciencia, la transformación se da poco a poco. Lo más importante es cultivar el deseo de estar a Su lado, de crecer en tu amistad personal Él. ¿Cómo pasar de rezos que cansan a la oración que se disfruta? He conocido a muchas personas que pasan de la formalidad de los rezos al gusto por la oración. ¿Cuándo se da el cambio? Normalmente el cambio se da cuando se corrige o mejora el propio concepto de oración, cuando se adoptan las actitudes adecuadas y se recibe una gracia de Dios. ¿Cuál es el concepto correcto? y ¿cuáles son las actitudes apropiadas? El siguiente elenco puede iluminar.
Para cada punto hay dos alternativas. Repásalo con calma, preguntándote qué se ajusta más a tu modo de pensar, tu modo de actuar o tu actitud de hecho en el día a día de tu vida de oración.
1. ¿Recitación o encuentro?
a) Mi oración consiste en rezos, en pronunciar oraciones escritas como si fueran fórmulas mágicas que “funcionan” por sí mismas. Muchas veces las recito de modo impersonal, sin darme cuenta de lo que hago y de lo que digo. Veo la vida de oración sobre todo como un quehacer, como actos o actividades piadosas.
b) Mi oración es un encuentro de amistad con Dios. Creo que es lo más personal de mi vida y abarca toda mi existencia. Mi oración es mi relación viva con Dios, que se concreta en algunos momentos dedicados exclusivamente a Él y que procuro prolongar a lo largo de toda la jornada, sabiendo que Dios me está mirando y cuidando siempre.
Benedicto XVI lo explicaba así en su audiencia general del 1º de agosto de este año: “La relación con Dios es esencial en nuestra vida. Sin la relación con Dios falta la relación fundamental, y la relación con Dios se realiza hablando con Dios, en la oración personal cotidiana y con la participación en los sacramentos; así esta relación puede crecer en nosotros, puede crecer en nosotros la presencia divina que orienta nuestro camino, lo ilumina y lo hace seguro y sereno, incluso en medio de dificultades y peligros”.
2. ¿Formalidades o corazón?
a) Pongo más atención en cumplir la formalidad del rito, en la materialidad de las fórmulas que pronuncio, que en la actitud con que lo hago.
b) Centro mi atención en poner todo el corazón cuando dialogo con Dios. Jesucristo también “dijo” sus oraciones, rezaba con los Salmos, pero no se quedaba en el rito y la letra, sino que se dirigía a su Padre con todo su corazón de Hijo de manera íntima y afectuosa: le llamaba Abbá, Padre querido. “Eso hizo Jesús. Incluso en el momento más dramático de su vida terrena, nunca perdió la confianza en el Padre y siempre lo invocó con la intimidad del Hijo amado.
En Getsemaní, cuando siente la angustia de la muerte, su oración es: «¡Abba, Padre! Tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres»(Mc 14,36). (…) Tal vez el hombre de hoy no percibe la belleza, la grandeza y el consuelo profundo que se contienen en la palabra «padre» con la que podemos dirigirnos a Dios en la oración, porque hoy a menudo no está suficientemente presente la figura paterna, y con frecuencia incluso no es suficientemente positiva en la vida diaria. (…) Es precisamente el amor de Jesús, el Hijo unigénito —que llega hasta el don de sí mismo en la cruz— el que revela la verdadera naturaleza del Padre: Él es el Amor, y también nosotros, en nuestra oración de hijos, entramos en este circuito de amor, amor de Dios que purifica nuestros deseos, nuestras actitudes marcadas por la cerrazón, por la autosuficiencia, por el egoísmo típicos del hombre viejo”.
(Benedicto XVI, 23 de mayo de 2012) 3. ¿Apariencias o verdad?
a) Sobre todo cuido las apariencias exteriores del cumplimiento de mis compromisos espirituales (el hacer). Voy a la oración sólo porque “tengo que cumplir” mis compromisos espirituales y me limito a lo que es obligación estricta. Rezar me resulta fastidioso y digo “tengo que rezar”.
b) Sobre todo cuido la autenticidad profunda de mi encuentro personal con Dios (el ser). Me acerco a Dios con humildad, mi relación con Él es de respeto y confianza. Me presento con toda naturalidad como hijo, criatura, pecador y peregrino, ante su Padre, Creador, Salvador y Guía. Voy a la oración con gusto, “porque quiero” estar con Jesús y digo “quiero orar”.
4. ¿Técnicamente correcto o diálogo familiar? a) En mi oración me preocupo mucho de aplicar correctamente el método establecido y de cumplir lo que está prescrito. “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.” (Mc 7) b) Mi oración es un diálogo familiar, espontáneo, en un clima de profunda libertad interior, íntimo y lleno de afecto, sobre la base de un método que he venido madurando y personalizando.
5. ¿Palabras y palabras o silencio y escucha?
a) Hablo demasiado en la oración.
b) En mi oración prevalecen el silencio y la escucha.
6. ¿Rutina o frescura?
a) Voy a la oración de manera rutinaria.
b) Procuro afrontar mis espacios de oración de manera siempre fresca.
7. ¿Cronómetro o tiempo de calidad?
a) Me preocupo mucho de medir los tiempos en la oración.
b) Procuro que el tiempo que dedico a Dios sea tiempo de calidad.
8. ¿Mucho pensar o mucha fe?
a) Leo mucho en la meditación, pienso mucho, hago muchos razonamientos, “hago teología”.
b) Lo que más me interesa es Él, Su Palabra, descubrir y disfrutar Su presencia en la Eucaristía y en mi propio corazón en un clima de fe y amor.
9. ¿Dispersión o atención?
a)Mi tiempo de oración se me va en distracciones, estoy disperso, pensando en otras cosas.
b) Mi oración es atención amorosa a la presencia de Dios en mi corazón y en toda la creación y los acontecimientos de mi vida. “San Ireneo dijo una vez que en la Encarnación el Espíritu Santo se acostumbró a estar en el hombre. En la oración debemos acostumbrarnos a estar con Dios.” (Benedicto XVI, audiencia del 20 de junio de 2012)
10. ¿Un peso que soportar o fuente de paz?
a) Cuando termino de rezar experimento liberación porque ya cumplí. Si en lo que piensas y haces prevalece lo que está escrito en el incisoa) de los 10 puntos, es comprensible que la oración te resulte cansada y fastidiosa. Lo más seguro es que después de un tiempo termines por abandonarla.
b) Cuando termino de rezar experimento la paz que produce el encuentro personal de amor con Dios. Si lo que piensas y haces es lo que está en el inciso
b) seguramente disfrutas mucho tu vida de oración. No deja de ser exigente y costosa, pero cada día le tomas más gusto y sientes el deseo y la necesidad de rezar. Volvemos a la pregunta inicial: ¿Cómo pasar de los rezos que cansan a la oración que se disfruta? Si te identificas con algunas afirmaciones del inciso a) sugiero que tomes una por una y te propongas hacer tuya la afirmación correspondiente del inciso b). Ten paciencia, la transformación se da paulatinamente. Y lo más importante: Cultiva el deseo de estar a Su lado, de crecer en tu amistad personal con Dios y pídele todos los días: “Señor, enséñame a orar, dame la gracia de amarte cada día más y mejor.” En el primer párrafo nos preguntábamos también ¿Cuándo se da el cambio? Y respondíamos: Normalmente el cambio se da cuando se corrige o mejora el propio concepto de oración, cuando se adoptan las actitudes adecuadas y se recibe una gracia de Dios. Orar es una gracia que Dios nos quiere conceder. Y en nuestra relación con Él, Él da el primer paso. Esta certeza ha de llenarnos de confianza y alentar nuestra perseverancia en la oración cotidiana. “En la Carta a los Gálatas, de hecho, el Apóstol afirma que el Espíritu clama en nosotros «¡Abba, Padre!»; en la Carta a los Romanos dice que somos nosotros quienes clamamos «¡Abba, Padre!». Y san Pablo quiere darnos a entender que la oración cristiana nunca es, nunca se realiza en sentido único desde nosotros a Dios, no es sólo una «acción nuestra», sino que es expresión de una relación recíproca en la que Dios actúa primero: es el Espíritu Santo quien clama en nosotros, y nosotros podemos clamar porque el impulso viene del Espíritu Santo. Nosotros no podríamos orar si no estuviera inscrito en la profundidad de nuestro corazón el deseo de Dios, el ser hijos de Dios.
Desde que existe, el homo sapiens siempre está en busca de Dios, trata de hablar con Dios, porque Dios se ha inscrito a sí mismo en nuestro corazón. Así pues, la primera iniciativa viene de Dios y, con el Bautismo, Dios actúa de nuevo en nosotros, el Espíritu Santo actúa en nosotros; es el primer iniciador de la oración, para que nosotros podamos realmente hablar con Dios y decir «Abba» a Dios”. (Benedicto XVI, 23 de mayo de 2012)

viernes, 21 de septiembre de 2012

POWER POINT PARA MEDITAR EL EVANGELIO DEL DOMINGO.

24 domingo TIEMPO ORDINARIO -B- 13-09-09 QUIEN DICES QUE SOY YO.ppt
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