domingo, 19 de septiembre de 2010


Material Enviado Desde Tenerife España. Por Nuestro Amigo el Presbítero Padre Carmelo Hernández.


Los pobres sean nuestros valedores para abrirnos las puertas de las moradas eternas.


Amós, 8, 4-7; Sal. 112; 1Tim. 2, 1-8; Lc. 16, 1-13


Quizá podríamos comenzar preguntándonos si ponemos en las cosas de Dios el mismo interés, la misma intensidad que ponemos en los negocios humanos. Cuando en la vida nos vemos apretados por problemas o dificultades buscamos una salida, una solución sea como sea. Pero la pregunta está en si buscamos lo que de verdad vale en la vida, lo que nos da auténtica ganancia, lo que tiene trascendencia eterna, si buscamos de verdad a Dios, su Reino y su justicia.
Jesús nos propone una parábola que podría dejarnos desconcertados si no sabemos leer cuál es su verdadero mensaje. Un administrador injusto al que le pide el amo que le rinda cuentas y como sabe que las cosas no marchan bien se vale en su astucia de mil corruptelas para tener un refugio cuando caiga en desgracia. No alaba Jesús las corruptelas de este hombre, alaba su astucia y nos plantea si nosotros en verdad ponemos todo el empeño en encontrar la salvación. ‘El amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido’. Y comenta Jesús a continuación que es donde tenemos que encontrar el mensaje. ‘Ciertamente los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz’.
Vivimos inmersos en este mundo, con sus luchas y con sus trabajos, con las responsabilidades de cada día y los afanes por la ganancia de nuestro sustento y por conseguir una vida digna. No nos saca Jesús de este mundo y de esta realidad. Es más nos pide absoluta responsabilidad en esa tarea de la que no podemos desentendernos. Fidelidad en el trabajo y en las responsabilidades hasta en las cosas más pequeñas.
Tenemos una responsabilidad con la familia, con nosotros mismos y también con la sociedad en la que vivimos de la que no podemos ser ajenos, ni desentendernos. Y en todos esos campos tenemos que saber actuar porque sentimos esa responsabilidad también de cómo marcha la vida de nuestra sociedad y hemos de poner nuestro trabajo, nuestras ideas, nuestra participación en el desarrollo y de la mejor manera posible de esa sociedad.
Los problemas que vivimos ahora, por ejemplo, con la crisis en todos los ámbitos de nuestra sociedad, económica, política, social, no nos son ajenos. Y ahí tenemos que demostrar nuestra sensibilidad, nuestra responsabilidad, la fidelidad también a esa sociedad en la que vivimos. Yo como cristiano tengo mi visión y mi manera de hacer que aportar. Yo desde mi fe me siento responsable de la marcha de esa sociedad y no puedo dejar que otros la construyan sólo desde sus ideas o su manera de ver las cosas. Yo como cristiano tengo también una visión de la persona y de cómo se ha de construir nuestra sociedad. Tendríamos que responsablemente estudiar más y mejor el magisterio de la Iglesia en estos aspectos.
Jesús nos habla de fidelidad hasta en las cosas pequeñas. ‘El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?’
Además, tendríamos que decir, que en el cumplimiento de esas tareas y responsabilidades, en nuestros negocios o en nuestros trabajos sean los que sean, lo importante no es sólo el conseguir unas ganancias terrenas o, diríamos, económicas. Hay algo más que hace la vida de la persona mejor; algo más del dinero para conseguir una felicidad en nuestras relaciones. Porque la relación entre las personas es algo más que una relación comercial, hay algo más hondo en la persona que nos hace crecer de verdad y ser más felices. No es sólo lo material, el tener, lo externo lo que nos hace más personas. Son necesarios a tener en cuenta unos valores que nos ayuden a una mejor convivencia, a una mejor relación entre unos y otros, a hacernos más felices todos.
Por supuesto, lejos de nosotros todo lo que sea un actuar injusto. Lejos de nosotros todo lo que signifique avaricia y todas esas ambiciones desmedidas por el tener, por la riqueza, por sólo el disfrute de las cosas de este mundo, que nos pueden conducir por caminos de maldad y de injusticia. Ya veíamos como el Señor con la voz del profeta condenaba en su tiempo la maldad, la avaricia y la injusticia: ‘…vosotros los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables… compráis por dinero al pobre… por la gloria del Señor no olvidaré jamás vuestras malas acciones…’ que les decía el profeta y que tenemos que seguir escuchando nosotros hoy porque también es la tentación que vivimos en nuestro mundo tan materializado.
Además como cristianos, como creyentes en Jesús le damos también una trascendencia a la vida, no pensamos sólo en el momento presente. Por eso nos decía Jesús ‘ganaos amigos con el dinero injusto… para que os reciban en las moradas eternas’. ¿Qué nos querrá decir Jesús? Esa fidelidad que aquí vivimos, esa responsabilidad con la que actuamos en la vida, eso bueno que vamos haciendo para mejorar nuestras relaciones y nuestra convivencia y mejorar también la vida de nuestra sociedad tiene una trascendencia para nosotros. Es la manera también de ir construyendo ese Reino de Dios al que nos sentimos llamados y que en Dios, en el cielo, en la vida eterna podremos vivir en plenitud.
Pero esta frase de Jesús me provoca otro pensamiento. ‘Ganaos amigos con el dinero injusto…’ nos decía. Cuando no pensamos sólo en nosotros mismos, cuando somos capaces de compartir, cuando sabemos ser misericordiosos con el que sufre a nuestro lado, cuando ayudamos a un pobre en su necesidad compartiendo lo que somos y tenemos, estamos ganándonos esos amigos que ‘nos reciban en las moradas eternas’. Los pobres a los que hayamos ayudado serán los que nos abran las puertas de las moradas eternas. Serán nuestros valedores ante Dios cuando nos presentemos a El, porque Jesús mismo nos dirá entonces que lo que le hayamos hecho a ese hermano a El se lo estábamos haciendo.
Seamos en verdad esos hijos de la luz que llenando de luz nuestro mundo con nuestra fidelidad y responsabilidad podamos alcanzar al que es la verdadera Luz, Cristo Jesús, porque realmente con eso bueno que vamos haciendo lo que estamos haciendo son destellos de esa luz de Cristo para iluminar nuestro mundo. Que seamos en verdad astutos, que sepamos ganarnos esas ganancias eternas, que busquemos en verdad lo que es importante, que seamos capaces de poner todo nuestro empeño y esfuerzo, como lo hacemos en los negocios de este mundo, también en las cosas de Dios, en lo que atañe a nuestra fe y a nuestra vida cristiana.

EL TE DEUM DE NUESTRO BICENTENARIO PATRIO. 2010


Homilía para el Te Deum del Bicentenario.


Recordemos el 18 de septiembre de 1810Con gran expectación, a las nueve de la mañana del 18 de septiembre de 1810 comenzó a sesionar el Cabildo Abierto convocado para la ocasión. A las tres de la tarde estaba constituida la primera Junta de Gobierno, presidida por Don Mateo de Toro y Zambrano. Ante el Cristo del Cabildo, que hoy preside nuestra celebración, se dieron así los primeros pasos de nuestra Independencia.“Todos los elegidos juraron cumplimiento fiel a sus cargos y la Asamblea en pleno juró obediencia a la nueva Junta de Gobierno instaurada en nombre del rey Fernando VII. Al atardecer, la Asamblea se disolvió en medio de ruidosas manifestaciones de entusiasmo y de alegría.

Luego, todas las iglesias echaron al vuelo las campanas y un grupo numeroso recorría la ciudad aclamando las resoluciones del Cabildo y despertando el entusiasmo popular”.Nueve años más tarde, el 18 de noviembre de 1819, Don Bernardo O´Higgins declararía: “El Estado de Chile es deudor a la protección de la Madre de Dios, bajo la advocación del Carmen, de la Victoria de Maipú. Ella lo salvó del mayor peligro en que jamás se vio”. (Diario La Gaceta 18.11.1819) Así se coronaba, en el fragor de la batalla y en el corazón creyente de este pueblo, lo que en 1810 había tenido su solemne inicio.Han transcurrido doscientos añosdesde esa memorable fechaDoscientos años después, Chile entero está de fiesta. Celebran en la profundidad de la tierra nuestros treinta y tres mineros; también los damnificados por el terremoto y el maremoto.

Unidos a ellos y a sus familias, deseamos manifestarle a Dios nuestra gratitud. ¡Cómo quisiéramos que los comuneros que hacen huelga de hambre, también estuvieran de fiesta! En la gran sinfonía de quienes hacen memoria agradecida, en esta Catedral queremos celebrar la presencia y las obras asombrosas de Dios en nuestra historia. Por eso, llamamos a esta celebración Te Deum laudamus, es decir, A ti, oh Dios, te alabamos.

1. Te alabamos a ti, Señor, Creador del UniversoLa hermosa naturaleza que proviene de la mano del Creador ya nos acompañaba mucho antes del año 1810, desde siglos y milenios inmemoriales. Ella ha sido el espacio de nuestra existencia republicana. Queremos darle un lugar privilegiado en esta acción de gracias. Nos emociona e inspira su inusual belleza.

Con el trabajo de muchos chilenos nos sostiene con la riqueza de las minas y los bosques, y nos alimenta desde el mar, los ríos, las colinas y los valles. Velar responsablemente por ella, y obtener de ella los bienes que nos ofrece, respetando las relaciones que Dios estableció al interior de su creación, es una de las tareas irrenunciables que expresan nuestra gratitud. Fuimos llamados a continuar su obra, colaborando con Él. Pero Chile es “una loca geografía” que no está acabada; se está configurando. Seguramente son pocos los pueblos que tienen tanta conciencia de la gestación de los continentes, del cercano magma, que se asoma voluntarioso por los volcanes, y de las placas marinas y terrestres, que se mueven y estremecen la tierra y sobresaltan los mares.

La poderosa fragilidad de nuestros fundamentos nos urge a ser un pueblo que enfrenta vigorosa y solidariamente grandes adversidades, nos exige redoblar nuestra vigilancia, como también construir sobre fundamentos muy sólidos; en primer lugar, sobre la roca que es Cristo.


¡Qué gran don del cielo el admirable despertar de nuestro espíritu fuerte, creyente y solidario, cuando el 27 de febrero nos sacudió el violento terremoto y se introdujo el mar devastador por caletas, puertos y por playas! ¡Qué ejemplar colaboración la que un gobierno recién constituido impulsó entre el sector público y el privado! ¡Qué profunda la confianza y gratitud a Dios por el don de la vida, la capacidad de ponerse de pie de tantos chilenos, y de compartir la mesa familiar, mesa de pan, de amor y de dolores! Son actitudes propias del alma de Chile, que abren un camino de gran esperanza a esta patria con vocación de esfuerzo solidario y fe en su futuro.


2. Te alabamos a ti, Señor de la historia, y Padre de todos los pueblosDoscientos años tienen su prehistoria en los pueblos autóctonos que habitaban esta tierra con la riqueza de sus culturas. Pastores y agricultores eran los nortinos Aymaras, que nos enriquecen hasta hoy con su legado de manifestaciones religiosas. Cerca de ellos, uno de los pueblos más antiguos y adelantados, los Atacameños. Conservamos los recuerdos de los Diaguitas, también por su hermosa alfarería. Admiramos a los pescadores nómades, con sus embarcaciones hechas con el cuero resistente de lobos marinos. De los pueblos que ya entonces poblaban las regiones más sureñas, amantes de la tierra, de sus costumbres, sus familias y su autonomía, sobresalen hasta nuestros días los Mapuches. Y podríamos recordar a tantos otros hasta llegar a las tierras de los Tehuelches y los Alacalufes, los Yaghanes y los Onas.


Y no podemos olvidar que desde la lejanía nos enriquece el pueblo pascuense, con sus hermosas y austeras esculturas, que contrastan con la delicada belleza de sus cantos y sus danzas. A este admirable y diseminado coro, orgulloso de sus costumbres, llegaron españoles de las diversas regiones de la Península ibérica, entregándonos su lengua, sus tradiciones, sus organizaciones civiles, militares y de enseñanza, y su lealtad a la Corona. Irrumpieron con sus caballos y sus armas para someter y conquistar, pero también llegaron con su mayor tesoro, con la fe en Jesucristo. Venían con misioneros intrépidos, anunciadores del Evangelio.


Ya en el año 1520 celebraron por primera vez la santa Misa en el Estrecho de Magallanes. Al poco tiempo los misioneros se internaron por parajes conocidos y desconocidos, con la sola fuerza de Cristo en el corazón. Precisamente el bautismo que administraban, sembró el germen de una nueva relación, que defendieron con pasión ante el poder de muchos conquistadores. Más tarde Chile acogió y sigue acogiendo a migrantes de otros pueblos. Llegaron con gran espíritu de trabajo, aportando conocimientos, investigaciones, valores culturales y artísticos, capacidades empresariales y comerciales; trajeron sus confesiones religiosas, y un sinnúmero de virtudes. No los nombro para no olvidar a ninguno de ellos.Conscientes de ser hijos del Padre de todos los pueblos, que ha forjado con los hombres tantas razas y naciones, no nos cuesta reconocernos como un nuevo pueblo llamado a alabar a Dios y a agradecerle los dones recibidos de sus manos en estos doscientos años, y aún antes de ser una nación soberana, una patria nueva convocada a respetar la libertad y a cultivar la paz, a acoger y a admirar, a tolerar y dialogar, como también a integrar y aprender unos de otros grandes valores.


3. Te alabamos a ti, Dios Padre, y a Jesucristo, nuestro hermano y liberadorporque celebramos doscientos años en los cuales ha crecido nuestro respeto por la vida, y la voluntad de ofrecerle a cada persona las oportunidades y las organizaciones que le permitan vivir, educarse y trabajar con dignidad, desplegando sus talentos y poniéndolos al servicio de la sociedad. Hemos logrado abolir la pena de muerte. Adherimos al castigo internacional que reciben los crímenes de lesa humanidad y, optando nuevamente por nuestra independencia, al oponernos a nuevos colonialismos culturales e ideológicos, hemos defendido la vida que está por nacer.


Nos enorgullece el valor que nuestro país le da a las treinta y tres vidas de nuestros mineros, y que lo lleva a no escatimar recursos, por elevados que sean, para rescatarlas. Y nos preocupa profundamente la huelga de hambre de nuestros hermanos mapuches, que puede dejar en ellos daños irreparables. De corazón les pedimos a ellos y a las autoridades restablecer las confianzas imprescindibles para que cese la huelga de hambre y se instaure un diálogo generoso y visionario.Nos colma de alegría cada opción que ha hecho nuestro país, como también muchas instituciones privadas durante estos doscientos años, por la vida del varón y de la mujer, por la vida de los niños, los jóvenes y los ancianos, por la vida de los más pobres, los migrantes y los minusválidos, por la vida de los enfermos y de los encarcelados, por la vida de las familias y de las madres jefas de hogar. Por eso nuestra acción de gracias abarca a quienes dedican su existencia con amor y abnegación al servicio de todos ellos, y a los voluntariados que entregan lo mejor de sí para gastar su vida procurando el bien de innumerables personas.


La valoración de la persona como un bien de ilimitado valor anterior al Estado, nos ha conducido a luchar por el reconocimiento doctrinal y práctico de sus derechos humanos fundamentales. Pasamos lentamente del olvido de numerosos derechos, a la lucha por los derechos propios y al compromiso con los derechos de todos, particularmente de quienes viven amenazados o lejos de los beneficios de la sociedad. Son derechos, que unidos a los correspondientes deberes, nos llevan a descubrir con asombro la dignidad y la originalidad de cada uno, y a proteger y forjar los espacios de ecología humana que todos necesitamos para expresarnos y desarrollarnos, lejos de toda violencia, a fin de que todos tengamos vida, y vida en abundancia. ¡Bienvenidos los esfuerzos que se sigan haciendo para superar las desigualdades realmente intolerables en el orden educacional, económico, laboral y cultural! El alma de Chile ama la justicia y rechaza la arbitrariedad. Tenemos vocación fraterna. Por eso mismo, vive en nuestro espíritu un gran aprecio a la democracia, construida sobre la base de la igualdad de los derechos y deberes fundamentales de todos.


Le agradecemos a Jesucristo nuestra voluntad de ser un pueblo de hermanos, que no quiere descansar mientras cada uno no tenga, conforme a su dignidad, hogar, trabajo, respeto y alegría.


4. Te alabamos a ti, Espíritu de UnidadQuienes hemos vivido largos años lejos de Chile, cada vez que regresábamos a nuestra patria teníamos una experiencia que nos sobrecogía: la de innumerables relaciones familiares y de amistad; las que unen transversalmente a los chilenos de diferentes tendencias políticas, responsabilidades laborales, y lugares de nacimiento. No podemos negarlo: este espíritu convive, sin embargo, con cierta extraña intransigencia en el planteamiento de posiciones sentidas como incompatibles. Pero eso no impide que el diálogo posterior generalmente sea amistoso y familiar.


Por eso amamos a Chile como una tierra de encuentro con Dios y con los hermanos, que por esa misma razón, es tierra de esperanza y de paz. Prueba de ello es nuestro ánimo de desterrar los enfrentamientos de un pasado reciente, acabando con las descalificaciones, y abrazando juntos proyectos favorables al bien común, sin exclusiones ni excluidos. Razón tenía Juan Pablo II, cuando exclamó: “¡Chile tiene vocación de entendimiento, no de enfrentamiento! Y “El amor es más fuerte” que el odio y la violencia (Homilía en el parque O’Higgins, para la beatificación de Teresita de los Andes).Alabamos al Espíritu Santo por su siembra de grandes ideales y valores en el corazón del pueblo de Chile. Es la siembra del Espíritu del Amor y la Unidad, su siembra de comunión, infundida en nuestro espíritu, que ha brotado una y otra vez, a veces como un desierto florido, transformando nuestra vida y convivencia.


En nuestro interior el Espíritu nos regala un corazón sensible al amor de Dios, y al dolor del prójimo, que quiere latir al ritmo del corazón de Dios, y que desarma el corazón de piedra, insensible y opresor. Es el Espíritu que desde comienzos de agosto nos ha hecho vibrar como una sola familia, cuyo corazón late por Copiapó. Afirmaba Juan Pablo II (México, Homilía 28 de enero de 1979): “Se ha dicho, en forma bella y profunda, que nuestro Dios en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor”.


Por eso agradecemos el gran aprecio que tenemos los chilenos por la familia unida, considerada como el valor más importante de nuestras vidas, y damos gracias de corazón a tantas mujeres que con mucha generosidad y ternura, a lo largo del tiempo han entretejido su unidad, cuya raíz está en los designios del Dios de la Creación: Dejará el varón la casa paterna, se unirá a su mujer, y ambos tendrán la vocación de procurarse mutuamente el bien que anhelan, y de acoger siempre a sus hijos en el espacio interior de la estabilidad de su amor.Es por eso que nuestra alabanza se vuelve también plegaria para que nuestra patria, en sus familias y escuelas, sea un semillero de jóvenes capaces de amar, de cultivar la lealtad, la alegría, la gratitud, la sinceridad y la generosidad, de preparar a conciencia su alianza matrimonial, y de abrazar un proyecto común de vida, conscientes de que dando la vida seguimos a Jesucristo, que nos amó hasta el extremo de dar su vida por nosotros.


5. A ti, Señor, que inspiras corazones y voluntades,te alabamos por tu intervención liberadora en la historia, ya en el tiempo lejano del Éxodo, y por haber inspirado a los Padres de la Patria una indomable valentía para luchar por nuestra Independencia. Recordemos con gratitud a Bernardo O’Higgins, a José Miguel Carrera, a Arturo Prat y a grandes mujeres que al alba de la Patria Nueva lucharon por la misma causa, como doña Paula Jaraquemada. No olvidamos a quienes les acompañaron y les siguieron. Pensemos además en nuestros héroes de hoy, que posponen anónimamente y con heroísmo su bienestar personal ante el grito de auxilio de quienes necesitan su acción valerosa. Te agradecemos también por los constructores de la sociedad de antaño, y por los más recientes que han abrazado con convicción la responsabilidad social de la empresa, asimismo por nuestros intelectuales, artistas y poetas que han logrado que la belleza y las verdades más entrañables sean parte de nuestra existencia. Gracias por los abnegados servidores públicos de los Poderes del Estado, que han puesto los fundamentos de una convivencia pacífica, también con las naciones hermanas. Gracias por los dirigentes gremiales y políticos, como también por la vocación de nuestros educadores. Ellos se han desvivido por darle carta de ciudadanía al esfuerzo por el bien común y a la preocupación por los niños y sus familias, por los pobres y los marginados.


Te bendecimos por los comunicadores sociales que aman el bien y buscan la verdad y por los deportistas que se destacan como modelos para la juventud.Te damos gracias por los trabajadores, hombres y mujeres, que se desviven por sus hijos, sus familias y sus organizaciones y lugares de trabajo. Y por los jóvenes que han demostrado una extraordinaria participación en acciones y asociaciones solidarias. Te pedimos en este Bicentenario que despiertes en muchos de ellos la voluntad de participar en la conducción de sus comunas y de nuestro país. Te damos gracias por los científicos que penetran con humildad los secretos de la creación, así como por los sacerdotes, los pastores y las consagradas de las diferentes confesiones religiosas que, fieles a su vocación, nos ayudan en nuestra búsqueda de trascendencia, y nos alientan a construir con esperanza, amando a Dios y a los hermanos con todo el corazón.


Te damos gracias por los contemplativos y contemplativas que en su silencio te alaban e interceden por nosotros.También te alabamos porque inspiraste en nosotros el amor a la Virgen María, que nos precedió en su entrega a Jesucristo, a los necesitados y a nuestro pueblo, que siempre nos invita a ser discípulos de Jesús, y a elevar nuestros corazones al encuentro con Dios y con los santos, y a conmovernos y desvivirnos en el servicio de los atribulados.


Gracias por la joven santa Teresita de los Andes y por san Alberto Hurtado, y por todos los santos cuyos nombres no conocemos, que pasaron por el mundo haciendo el bien. Sus corazones ardieron por la causa de Dios y de los más abandonados. Concluyamos, recordando con profunda gratitud a todos los que lucharon por hacer de nuestra patria una tierra de encuentro y esperanza, acogedora de sus familias y de sus hijos, una tierra de la justicia y la solidaridad, de la vida y la alegría, del progreso, la reconciliación y la paz. Comprometámonos a asumir la herencia que hemos recibido, como lo haremos en unos instantes más, junto a quienes hoy conducen los destinos de Chile. De nuestra parte, los Obispos y pastores presentes nos comprometemos a hacer cuanto nos incumbe, con nuestras palabras e iniciativas, para que Chile siga valorando el tesoro que recibió desde sus inicios, el Evangelio de Jesucristo. El ejemplar que entregaremos a nuestro Presidente, llamado el Evangelio de Chile, fue escrito a mano por miles de chilenos, pensando en los próximos doscientos años. Así expresaron su compromiso de escribirlo en sus vidas, en sus proyectos y en sus corazones, para seguir construyendo nuestra Patria sobre la Roca de la Palabra de Dios, que da sólido fundamento y belleza a nuestra convivencia. Nuestra alabanza culmina poniéndonos en manos de Aquél que hace nuevas todas las cosas. No queremos descansar en nuestro esfuerzo común de colaborar con Él en la edificación de una patria que sea la “copia feliz del Edén”, un reflejo de la Patria hacia la cual peregrinamos. (Hb 11, 14-16)


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Al concluir estas palabras deseo a Vuestra Excelencia, el Presidente de la República, a todas las autoridades presentes, y a todo Chile en este Bicentenario de los inicios de nuestra Independencia, a nombre de los obispos, pastores y ministros que participamos en este Tedeum, la alegría y la gratitud que debe embargarnos por los dones recibidos en estos doscientos años, y la felicidad que nos promete el Señor por servir y amar a nuestro pueblo, sobre todo a los más afligidos, prolongando la sabiduría y la misericordia de su corazón. † Francisco Javier Errázuriz Ossa Cardenal Arzobispo de Santiago

TE DAMOS GRACIAS,SEÑOR, POR CHILE. 2010



El Te Deum es un Canto de Acción de Gracias a Dios, y tiene sus orígenes en el siglo IV.


La palabra Te Deum significa “A ti, oh Dios”, y son las primeras palabras de este Cántico de Alabanza. El Te Deum se celebra tradicionalmente en Chile desde 1811, año en que José Miguel Carrera pidió a la autoridad eclesiástica de la época que celebrara una Acción de Gracias para conmemorar el primer aniversario de la Junta Nacional de Gobierno.
En sus primeros años el Te Deum se celebraba al final de la Misa. Sólo a partir de 1870, a petición del entonces Ministro de Culto, Miguel Luis Amunátegui, el Te Deum se celebró sin Eucaristía. Hay que recordar que en aquel tiempo los fieles que comulgaban debían permanecer en ayuno por varias horas. Por esta razón, la solicitud fue acogida por el Arzobispo de Santiago, monseñor Rafael Valdivieso, y por el Cabildo Metropolitano.

Desde el año 1971, el Te Deum tiene carácter ecuménico. Ese año, el entonces Arzobispo de Santiago, el Cardenal Raúl Silva Henríquez, invitó a obispos y pastores de otras Iglesias cristianas a participar con sus oraciones en esta ceremonia, accediendo así a una solicitud del entonces Presidente de la República, Salvador Allende, quien al asumir el cargo, en noviembre de 1970, pidió a la autoridad eclesiástica que tuviera este carácter.