domingo, 20 de marzo de 2011

HOMILIA II DOMINGO DE CUARESMA 2011.



Transfiguración para vernos envueltos por la nube luminosa de la resurrección
Gén. 12, 1-4; Sal. 32; 2Tim. 1, 8-10; Mt. 17, 1-9


El Presbítero Padre Carmelo Hernández Desde Tenerife España, nos invita a reflexionar en cuaresma.


Ponerse en camino, subir a lo alto de la montaña, marchar al silencio de la soledad para la oración, aunque los caminos sean inciertos o desconocidos, aunque la subida sea costosa, aunque en la soledad del silencio una nube nos envuelva en el misterio; son imágenes que se nos presentan en este segundo paso cuaresmal significativas de lo que ha de ser nuestro camino hacia la Pascua, hacia la luz, hacia el misterio de Cristo. En todo una llamada, una invitación, una vocación para tomar parte en los trabajos transformadores del evangelio que nos conducen a una vida santa.
Abrahán se puso en camino ante la llamada de Dios y su camino, aunque costoso, será camino de bendición. Los discípulos suben con Jesús a lo alto de la montaña para sumergirse en el silencio de la oración y podrán llegar a vislumbrar la gloria de Dios al contemplar a Cristo transfigurado. Envueltos en una nube luminosa, signo de la presencia de Dios con ellos, podrán llegar a descubrir quien en verdad es el Jesús que con ellos ha caminado los caminos de Palestina y ahora sabrán ciertamente que es el Hijo amado y predilecto de Dios a quien tienen que escuchar.
Aunque quisieran quedarse para siempre en aquel éxtasis divino habrán de bajar de la montaña para seguir el camino del Evangelio que pasará por la cruz y conducirá a la resurrección. Entonces sí que podrán anunciar lo que han visto, entonces podrán ya proclamar que Jesús es el Señor, porque es el Hijo de Dios a quien escuchar y a quien seguir, y que es al mismo tiempo nuestra única salvación. Y es que ahora se sentirán llamados e invitados a vivir una vida nueva, una vida santa en fidelidad al evangelio de Jesús.
Jesús había comenzado a anunciarles lo que iba a ser su Pascua, porque el Cordero Pacual había de ser inmolado, y El había sufrir la pasión y la muerte, porque sería rechazado y condenado, entregado en mano de los gentiles y había de morir en la cruz; al mismo tiempo siempre les hablaba de resurrección y de vida, pero ellos no terminaban de entender, es más, se escandalizaban de que eso pudiera sucederle a su Maestro.
Para que comprendan mejor Jesús se los lleva a la montaña alta para orar para que lleguen a entender lo que ha de ser su Pascua. Han de subir, aunque cueste, porque eso significará alejarse de ruidos ajenos y de propios pensamientos o ideas de lo que tenía que ser el Mesías. Costará subir porque hay que desprenderse de muchos pesos muertos de apegos y de ataduras; costará subir y no podemos olvidar que la pascua de Jesús pasa por la pasión y la muerte para poder llegar a la resurrección.
Allí Jesús les manifestaría la verdad del misterio de Dios que en El estaba transfigurándose como un anticipo de la gloria de la resurrección. Para que se afirme su fe, para que comprendan todo el misterio de Dios, para que lleguen a entender todo lo que ha de significar la pascua en su vida. ‘Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz’. Era el brillo de la luz de Dios.
Nos está enseñando Jesús a ponernos en camino, a subir a la montaña, a vaciarnos de pesos muertos, a apartarnos de nuestros ruidos para en el silencio de la oración poder encontrar a Dios. No es con ideas tomadas de aquí o de allá, de lo que pueda opinar cualquiera que siempre hay quien quiere opinar y saber de todo, cómo podremos llegar a saborear todo ese misterio de Dios que en el evangelio se nos revela. Cuántas voces escuchamos por aquí o por allá de lo que tiene que ser la religión, lo que tiene que ser o hacer la Iglesia, lo que tienen que ser o hacer los sacerdotes hoy.
Tenemos que aprender a ir al Tabor de la oración, aunque nos cuesten las subidas o se nos hagan fatigosos los caminos, sean dolorosos los momentos en que tengamos que arrancarnos de nosotros mismos, o aunque a veces también nos durmamos mientras intentamos meternos en el misterio de Dios. Tenemos que aprender a hacer ese silencio y ese vacío de ruidos o de apegos para que escuchemos esa voz de Dios en nuestro corazón, y para que comience a brillar la luz de Dios en nuestra vida disipando las nubes de nuestras oscuridades o nuestras dudas.
Fijémonos en lo que nos dice el Papa en el mensaje de la cuaresma de este año: ‘El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor’.
Sumerjámonos en este evangelio de la transfiguración del Señor de este segundo domingo de Cuaresma. Porque nosotros también en Cristo hemos de sentirnos transfigurados porque también el Padre a nosotros quiere llamarnos hijos muy amados. Y es que ‘con Cristo sois sepultados en el Bautismo y con él también habéis resucitado’. Y desde entonces, desde nuestro Bautismo, cuando ya el Padre del cielo nos llama también a nosotros hijos. En el Bautismo, por la fuerza del Espíritu, ya nos hemos llenado de la vida de Dios, nos hemos hecho partícipes de la vida de Dios y somos hijos.
Cuánto tenemos que transformar en nuestra vida para que brille así la luz de la gracia, la luz de Dios en nuestra vida. La Cuaresma este este tiempo santo que la Iglesia nos ofrece, como ya hemos dicho, para que nos miremos y nos purifiquemos arrancando tantas cosas que nos puedan llenar de oscuridad; para que mirando la luz de Dios que brilla en Cristo así nosotros nos llenemos de su luz en la medida en que seamos más santos.
Tenemos que escuchar a Jesús, como nos señala el Padre desde el cielo en el Tabor. Escuchar a Jesús, escuchar su palabra. Como nos dice el Papa ‘meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración porque la escucha atenta de Dios que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del bautismo…’ Oración, que nos lleva a encontrarnos con Dios y entrar en comunión con El, que nos abre a la eternidad y a la trascendencia porque nos llena de la esperanza que no nos falla, la esperanza de la vida eterna.
Nosotros ahora nos disponemos a celebrar la Pascua, nos estamos preparando con este camino cuaresmal que estamos haciendo. Si nos vamos dejando conducir por el Señor, por esa Palabra que nos ilumina, por todo lo que vamos sintiendo allá en nuestro interior en esa subida a la montaña de la oración de cada día, podremos celebrarla con todo sentido. Porque sentiremos que el paso de Dios que se acerca a nosotros para llenarnos de su vida, y no temeremos entonces que en esa pascua haya muerte en nosotros en todo eso que tenemos que transformar, en todo eso de lo que tendremos que irnos desprendiendo para que pueda brillar la luz de Cristo en nuestra vida.
Que al final nos veamos nosotros también envueltos por la nube luminosa de la resurrección. Pongámonos en camino como Abrahán que Dios nos llevará siempre a un camino de bendición.

SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ OBRERO. MARZO 2011



En san José aprendemos a vivir la pascua, el paso de Dios por nuestra vida
2Sam. 7, 4-5.12-14; Sal. 88; Rm. 4, 13.16-18.22; Mt. 1, 16.18-21.24

Homilía enviada por nuestro amigo el presbitero Padre Carmelo Hernández, desde Tenerife España.

‘Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza… por lo cual le valió la justificación’. La lectura del apóstol hace referencia a Abrahán con su fe y su esperanza en esta fiesta de san José que estamos hoy celebrando.
Una fiesta entrañable y llena de gozo el celebrar a san José, el esposo de María, el padre putativo (así solemos decir no encontrando mejor palabra que lo exprese) de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, patriarca y patrono de la Iglesia universal.
Bien nos refleja ese texto de la carta a los Romanos hablándonos de la fe y de la esperanza de Abrahán lo que es la fe y la esperanza de san José. Duro y costoso fue para Abrahán el fiarse de Dios que le ponía en camino y le llenaba de promesas que no veía totalmente cumplidas y más aún cuando le pide incluso el sacrificio del hijo de la promesa. Pero Abrahán creyó cuando podía parecer que las esperanzas se desvanecían. Y como decía el apóstol, eso ‘le valió la justificación’. Qué importante mantener viva y firme nuestra fe, por muchas que sean las oscuridades con que nos encontremos en la vida. No podemos perder la fe ni la esperanza porque será lo que nos llevará hasta el final, lo que nos hará encontrarnos con la plenitud de Dios.
Es lo que vivió José. El tuvo también su pascua, el paso de Dios por su vida que tuvo que saber descubrir y ver para fiarse totalmente de Dios. José tuvo su pascua no exenta de pasión y de muerte en sí mismo para poder llegar a descubrir la luz que le daría plenitud. José vivió su pascua en silencio, pero alentado en ese paso de Dios por su vida porque Dios quería contar también con la colaboración de José para ese paso salvador de Dios en Cristo Jesús, el que que iba a aparecer como hijo de José, y en quien se iba a realizar la Pascua definitiva y eterna.
‘Era bueno’ nos dice el evangelio de José como una definición de su vida. Pero en ese ‘era bueno’ se encierran muchas cosas grandes del alma de José como su fe y su disponibilidad para Dios, así como su capacidad de sacrificio en el cumplimiento de su deber como padre y cabeza de familia de aquella familia que iba a ser la Sagrada Familia de Nazaret.
Cuando su corazón se vió turbado y su alma llena de dudas mantuvo su bondad y sus deseos de no hacer daño nunca a nadie, confiando que en medio de aquellas oscuridad un día podría aparecer la luz. Y la luz llegó a su vida con un angel enviado por el Señor en sus sueños, como un día un ángel viniera también a María para anunciarle a ella la Maternidad divina que se iba a gestar en sus entrañas, para anunciarle a José cuál era la colaboración que Dios le pedía en aquel Misterio de Salvación que se gestaba en las entrañas de María.
‘No temas’ anuncia siempre el ángel cuando viene de parte de Dios. Se lo dijo a María, se lo diría ahora a José, como se lo diría un día a las mujeres que fueron al sepulcro buscando al crucificado que ya estaba resucitado. Y es que Dios viene hasta nosotros no para el temor sino para la paz. En nuestra pequeñez y debilidad nos sentimos turbados y llenos de temor cuando aparece el misterio de Dios en nuestra vida, pero el paso de Dios siempre será para la paz, porque el paso de Dios por nuestra vida siempre nos estará manifestando lo que es el amor de Dios.
‘José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo’, le dice el ángel del Señor. ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra’, le había dicho Gabriel a María. ‘El Santo que va a nacer se llamará hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre’, continuaba Gabriel explicándole a María. Ahora el ángel le dirá a José que tendrá que actuar con la autoridad de padre porque ‘dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque El salvará a su pueblo de los pecados’.
Autoridad de padre para ponerle el nombre, pero nombre que viene desde el cielo para significar la misión que tendrá el hijo, el Salvador, pero también la colaboración que José como padre tendrá que prestar en esa obra de la salvación. Así lo hemos expresado hoy en la oración ‘confiaste los primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de san José’.
‘Cuando José se despertó, terminará diciéndonos el evangelista, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor’. Fue el principio de su colaboración en la obra de Dios. Fue el comienzo de su pascua, de ese paso de Dios por su vida, una vida llena de fe y animada por la esperanza. Era un alma de Dios en la que Dios se estaba gozando también por la disponibilidad y la grandeza de aquel corazón. Siempre disponible para Dios, para el sacrificio, para el amor, para vivir la pascua.
Mucho de muerte, de morir a sí mismo, tuvo que haber en su vida para saber seguir diciendo a Dios Sí aunque las tinieblas de la contrariedad y del sacrificio siguieran apareciendo en su vida. Será el traslado de Nazaret a Belén porque los caprichos de un emperador lejano quisieran hacer un censo para saber el número de los habitantes de su imperio. Oscuridad para José por el sacrificio que significaba para su vida y para María en el estado en que se encontraba. Pero detrás estaba el designio de Dios ya preanunciado por los profetas. El Mesías era hijo de David y en la ciudad de David habría de nacer. Por eso el conocimiento de las Escrituras que no podía faltar en José como en todo judío piadoso, le hacía ver luz detrás de aquellas oscuridades porque él descubría el designio de Dios.
Muerte en sí, como camino de pascua, era en José su pobreza, pero más aún la extrema pobreza en la que había de nacer el hijo de María, para quien no había sitio en la posada y tendría que nacer como el más pobre entre los pobres para ser reclinado en las pajas de un pesebre. Pero en su pascua José su vida se llenaba de luz con la contemplación de los ángeles que cantaban la gloria de Dios y de los pastores que venían a traer ofrendas contando lo que los ángeles les habían anunciado.
Camino de Pascua para José, como camino de Dios por su vida, sería la huída a Egipto para salvar la vida del niño, como luego su vida silenciosa en Nazaret a donde finalmente se retirarían. Dios que se manifiesta y llega a la vida del hombre en los momentos difíciles y oscuros que podrían llenarnos de incertidumbres y de dudas pero que cuando se mantiene firme la fe y la esperanza siempre se verán iluminados con la luz de Dios. También en la vida silenciosa de Nazaret, sin grandes ni especiales acontecimientos, Dios se hacía presente, - y de qué manera más maravillosa en la presencia de Jesús – y había que seguir teniendo los ojos abiertos y el corazón caldeado para ver y sentir esa presencia de Dios.
Es lo que hoy san José nos está enseñando, y bien necesitamos aprender la lección. Abrir los ojos para ese paso de Dios por nuestra vida. La verdadera pascua, la definitiva y eterna la tenemos en Jesús, verdadera pascua de Dios para nosotros en su muerte y en su resurrección. Pero esa pascua, ese paso de Dios hemos de irlo viviendo en el día a día de nuestra vida, en la que el Señor quiere seguir manifestándose a nosotros y también nos pide una colaboración, una respuesta de fe, de disponibilidad, de esperanza, de amor.
Miremos lo que es la realidad de nuestra vida diaria, con momentos buenos, pero también con momentos de dificultad, de problemas, de sufrimientos, de soledades, de oscuridades, pero sepamos avivar nuestra fe para descubrir cómo Dios está con nosotros; sepamos poner nuestra confianza en el Señor, toda nuestra esperanza en él, aunque esos vientos de oscuridad quieran apagar esa llama de esperanza, y vamos a encontrar la luz que Dios tiene especial para cada uno de nosotros. Nuestra vida nos puede parecer insignificante porque quizá no hacemos o no se nos han confiado cosas extraordinarias, pero en ese silencio de nuestra vida también está Dios, también actúa Dios.
San José es poderoso intercesor al que acudimos muchas veces en nuestras necesidades pidiendo su patrocinio y protección. No dejemos de hacerlo. Pero pidámosle por nuestra fe y por nuestra esperanza. Que su ejemplo nos ayude a avivar nuestra fe, a mantener viva nuestra esperanza.
Que con su intercesión gloriosa ante el trono de Dios - ¡cómo no va a ser poderosa su intercesión si está acudiendo a quien en la tierra lo llamaba a él padre y cuyo lado creció como hombre! – nos alcance ese don de la fe, ese regalo de la esperanza, esa disponibilidad de nuestro corazón, esa capacidad de sacrificio para el servicio y para el cumplimiento de nuestras responsabilidades, y también esa perseverancia final en una buena muerte de la que san José es también abogado y protector.
Si la casa de Nazaret, donde José era el padre de familia, fue como el seminario donde Jesús crecía en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres, pidamos a san José por nuestros seminarios donde se forman y se forjan en el espiritu los futuros sacerdotes, quer van a realizar la misma obra de Jesús y que necesitan crecer también en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres.
San José tuvo también su pascua, el paso de Dios por su vida, que él supo ver y aprovechar; que aprendamos de san José a descubrir nuestra pascua, ese paso salvador de Dios por nuestra vida y a vivirlo con generosidad de corazón
.

lunes, 7 de marzo de 2011

EL TABOR EN INTERNET



Gracias a la generosidad de nuestros amigos del Foyer de Caridad "Nuestra Señora del Carmen" de Tomé, están disponibles en la web algunos numeros anteriores de la Revista "TABOR" , Organo Oficial de los Misioneros de la Transfiguración.
Pueden encontrarlos en el sitio web del Foyer de Caridad Tomé
www.foyerdecaridad.cl
Nuestro agradecimiento , en nombre de todos los Misioneros Transfiguristas al Padre Ramon Ricciardi y a los miembros del Foyer.