viernes, 4 de agosto de 2023

NOVENA A JESÚS TRANSFIGURADO - DÍA NOVENO



Oración Inicial
Jesús, Rey de sangre, de luz y de gloria, te suplicamos por la bondad infinita de tu corazón, que nos mires con ternura:
Triunfa en las conciencias de los pecadores y en las almas de los justos.
Purifica nuestros cuerpos y santifica nuestras almas.
Corona nuestros anhelos y nuestros esfuerzos de santidad de Gracia glorificadora.
Ayúdanos a buscar en tu Eucaristía el germen y la garantía de nuestra propia resurrección y glorificación.
Para que, al cumplirse en nosotros tus designios salvadores, podamos glorificarte a ti, en vida, en muerte y eternidad.
No mires nuestras faltas, sino sólo tu misericordia, y concédenos lo que con corazón humillado y confiado te pedimos (se pide la gracia que se desea conseguir)
Jesús Transfigurado que también todos los hombres te alaben y glorifiquen, ahora y por siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 Bajando del monte

Al oír la voz del Padre, los apóstoles, envueltos por la nube luminosa, presos de gran terror”, pero también llenos de inefable gozo, “cayeron sobre sus rostros” y adoraron profundamente la majestad de la Trinidad.

Posiblemente la mayor transfiguración de sus almas se realizó en esos momentos de adoración humilde, y de anonadamiento total. ¡Como habrán visto allí a la vez su nada y la grandeza de Dios, y como se habrán entregado dóciles y agradecidos al influjo de la gracia y al trabajo del Espíritu Santo!

Y su adoración llena de asombro, de gozo y de entrega tuvo que durar bastante tiempo, si fue necesario que el mismo Jesús, ya solo, ya vuelto a su manera corriente de ser, tuvo que acercarse a ellos y sacudirlos, para invitarlos a bajar.

¡Pobre Pedro que quería quedarse allí lo más posible! Y con Santiago y Juan tuvo que sentir todo el destrozo en el alma al volver a la realidad de siempre ¡Tener que bajar!

¡Qué ordinario tiene que aparecer este mundo después de haber contemplado la divinidad del Hijo, después de haberse zambullido en la nube luminosa y haberse embriagado con la voz maravillosa del Padre!

¿Habrán recordado en ese nuevo despertar que el argumento de la conversación del Maestro transfigurado con Moisés y Elías era su Pasión, su Muerte y Resurrección? ¡Oh, faltará mucho para el Tabor definitivo!

Pero, a pesar de la brusquedad del cambio, ahora están más dispuestos a aceptar la cruz en la vida del Maestro y en sus propias vidas. Han entrado más en la mentalidad de Dios. Saben que para resucitar es necesario morir; saben que el rescate de los hombres se paga con la cruz. Saben que el Maestro es verdaderamente Dios y que sia hora tendrá que reinar desde la cruz, en su segunda venida reinará en gloria. Y aceptan entrar en el juego de Dios. Aceptan sufrir para atestiguar lo que han visto y vivido, aceptan llegar hasta los últimos confines de la tierra para anunciar el amor de Dios y las maravillas que les esperan a los hombres que alcanzan la salvación; aceptan finalmente entregar sus propias vidas como el Maestro.

Para ellos es muy claro el doble alcance de la recomendación del Padre: “Escuchadle”: seguirán no solo sus palabras, sino también su ejemplo.

Pedro, Santiago y Juan en el Tabor son como nuestros representantes: llevan nuestros afanes, nuestras limitaciones, nuestros temores… Y el Señor los habilita para sobrellevar el escándalo de la Cruz, y los convierte en instrumentos de fe y de esperanza en medio de los demás apóstoles y entre todos los discípulos. Más aún que los otros apóstoles ellos se nos presentan como un símbolo de conversión, de fidelidad, de contemplación y de vida apostólica llevada hasta el martirio. De allí que la Obra de la Transfiguración, junto con Moisés y Elías considera a Pedro, Juan y Santiago como sus principales Santos Protectores y los invoca con especial devoción.

Oración Final
¡Oh Jesús Transfigurado! que en el resplandor de tu gloria conversaste con Moisés y Elías de tu Pasión y Muerte, ayúdanos a no separar nunca nuestros anhelos de gloria eterna de la cruz redentora, que abrazada con amor, nos hace posible llegar a la glorificación.
¡Padre Celestial! que en la Transfiguración de tu muy amado Hijo, nos exhortaste a escucharle, crea en nosotros un espíritu nuevo y una mayor docilidad para aceptar y vivir a Cristo y su doctrina de Amor, para que así alcancemos a participar de su gloria. Y tú ¡Oh Espíritu Santo! que en forma de nube luminosa también te hiciste presente en el Tabor, ilumina nuestro entendimiento e inflama nuestros corazones para que podamos entender y asimilar siempre mejor las enseñanzas y los ejemplos de Jesús, que con el Padre y contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.