Oración Inicial Jesús, Rey de sangre, de luz y de gloria, te suplicamos por la bondad infinita de tu corazón, que nos mires con ternura:
Triunfa en las conciencias de los pecadores y en las almas de los justos.
Purifica nuestros cuerpos y santifica nuestras almas.
Corona nuestros anhelos y nuestros esfuerzos de santidad de Gracia glorificadora.
Ayúdanos a buscar en tu Eucaristía el germen y la garantía de nuestra propia resurrección y glorificación.
Para que, al cumplirse en nosotros tus designios salvadores, podamos glorificarte a ti, en vida, en muerte y eternidad.
No mires nuestras faltas, sino sólo tu misericordia, y concédenos lo que con corazón humillado y confiado te pedimos (se pide la gracia que se desea conseguir)
Jesús Transfigurado que también todos los hombres te alaben y glorifiquen, ahora y por siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Meditación
Al iniciar estas lecciones en honor de Jesús
Transfigurado, conviene que ambientemos el hecho de la Transfiguración del
Señor en su contexto de tiempo, personajes y circunstancias.
A fines de julio del
segundo año de predicación, Jesús faltándole tan sólo poco más de medio año
para inmolarse en la Cruz, a fin de preparar el ánimo de sus discípulos a los
futuros acontecimientos, había empezado a manifestarles con claridad e
insistencia que El tendría que padecer mucho en Jerusalén, que sería reprobado
por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sería entregado a la
muerte, y que resucitaría al tercer día (Mt.16,21.23; Mc.8,31-33;Lc 9,28)
Los Apóstoles habían
seguido comentando entre sí estos anuncios de la Pasión y Muerte del Maestro,
su perentoria afirmación de la necesidad de aceptar la cruz si querían
seguirle, y también el anuncio de su resurrección y de su segunda venida gloriosa.
Lo de la Pasión y de la
Cruz era totalmente opuesto a lo que ellos, los Apóstoles habían porfiado en
imaginarse. Y también lo de la resurrección y de su segunda venida en gloria,
les resultaba terriblemente duro de aceptar
Jesús percibió el desaliento y desasosiego de
sus más íntimos y talvez el que más le preocupaba era Pedro.
Ese Pedro, que unos días
antes lo había proclamado con respuesta certera: “Tu eres el Cristo, el Hijo de
Dios vivo”; ese Pedro, a quien en esa misma ocasión El había constituido como
piedra angular de su Iglesia, y al cual le había prometido las llaves del Reino
de los Cielos, Pedro era todavía tan de la tierra que aún entendía demasiado
poco de las cosas de Dios. Tal vez Jesús recordó también que unos pocos meses
antes, a principios de abril, cuando, después de la multiplicación de los
panes, había prometido el Pan de Vida, y muchos discípulos le habían vuelto las
espaldas había sido Pedro el que había mantenido en alto el ánimo de los
Apóstoles al responderle a El: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú solo tienes
palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú eres el Santo
de Dios”.
Y ahora ese mismo Pedro; se
había cerrado tanto. ¿Cómo abrirlo más a los planes del Padre? ¿Cómo
convencerlo de la necesidad de la Cruz? ¿Cómo afirmarlo en la posibilidad de la
resurrección y de su vuelta gloriosa, a él y a los demás Apóstoles?
-En las próximas lecciones
veremos que iniciativa tomó Jesús para que siquiera sus Apóstoles pudieran
sobrellavar los trágicos acontecimientos de su Pasión y Muerte sin demasiado
desconcierto, y sin perder la fe en El.
Oración Final
¡Oh Jesús Transfigurado! que en el resplandor de tu gloria conversaste con Moisés y Elías de tu Pasión y Muerte, ayúdanos a no separar nunca nuestros anhelos de gloria eterna de la cruz redentora, que abrazada con amor, nos hace posible llegar a la glorificación.
¡Padre Celestial! que en la Transfiguración de tu muy amado Hijo, nos exhortaste a escucharle, crea en nosotros un espíritu nuevo y una mayor docilidad para aceptar y vivir a Cristo y su doctrina de Amor, para que así alcancemos a participar de su gloria.
Y tú ¡Oh Espíritu Santo! que en forma de nube luminosa también te hiciste presente en el Tabor, ilumina nuestro entendimiento e inflama nuestros corazones para que podamos entender y asimilar siempre mejor las enseñanzas y los ejemplos de Jesús, que con el Padre y contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.