lunes, 12 de septiembre de 2011

CISMA EN AUSTRIA - Escribe P. Santiago Martín




Dos tercios del clero austríaco apoya un manifiesto conocido como “Llamada a la desobediencia” y la gran mayoría de los habitantes de ese país hace lo mismo. Rechazan casi todo lo dogmático o moral que es difícil de digerir por el mundo de hoy; es decir, piden la aceptación del aborto, del matrimonio homosexual, de la ordenación femenina, de la comunión de divorciados, de las misas presididas por laicos… Y esto sucede en vísperas del viaje del Papa a Austria.

La situación sólo puede calificarse como grave. Así lo ha reconocido un hombre tranquilo y acostumbrado a batallas de este tipo, como es el cardenal de Viena Schönborn. Acaba de publicar una carta apelando a la unidad, pero también advirtiendo que la postura de los que disienten de la doctrina católica tendrá consecuencias graves y que no puede quedar impune.

Ambas cosas son, pues, necesarias. Primero, no ahorrar esfuerzos por mantener la unidad de la Iglesia e intentar evitar si es posible el cisma. En realidad, el cisma lleva ya años existiendo y ahora lo que sucede es que aparece con total nitidez. Sin embargo, antes de que se pase del “facto” al “iure”, hay que hacer todo lo posible para impedirlo. La historia nos enseña que muchas buenas personas son engañadas por los liantes de turno y luego, sin ser plenamente conscientes de lo que han hecho, quedan separadas del tronco de la Iglesia, tanto ellos como sus hijos. Quizá mañana la Iglesia católica esté en minoría en Austria y tengamos enfrente a una “Iglesia progresista protestona” separada de la católica, a la que tendremos que tratar con amor de “hermanos separados” y con la que tendremos que dialogar para ver si algún día volvemos a unirnos. Pero, si podemos evitarlo, es mejor que eso no suceda. La unidad es un valor importantísimo, por el que merece la pena pagar un precio.

Ahora bien, ese precio no puede ser el de la verdad. No podemos sacrificar la verdad ni siquiera en aras de la unidad. El cisma sería terrible, pero peor aún sería que en la Iglesia siguiera reinando la confusión que hay hoy en tantos sitios –Austria es sólo uno de ellos-. Es hora de que unos y otros den la cara y de que, si hay que romper, se rompa del modo menos traumático posible y con la menor de las agresividades.

Esto es como los matrimonios. Hay que luchar a toda costa para que sobrevivan, pagando incluso un alto precio por ello, el precio de la cruz. Pero no pagando cualquier precio. La Iglesia no nos enseña que la esposa tiene que seguir con el marido aunque éste le pegue una paliza diaria; la separación matrimonial, en casos así, es no sólo legítima sino necesaria.

El cisma que divide a la Iglesia en Europa desde hace décadas es una realidad. Quizá ha llegado la hora de que se consume, de que se haga jurídico. Si llega esa hora será una mala hora, pues no es buena la división. Pero mucho peor es seguir engañando a los fieles inocentes que van a iglesias y colegios católicos y reciben una doctrina que creen que es de la Iglesia a la que pertenecen y no tiene nada que ver con ella. Por lo tanto, si no quieren compartir el depósito de la fe, que se vayan. Será muy doloroso si sucede, pero pagar el precio de sacrificar la verdad es algo que la Iglesia no puede hacer.

Recemos por la Iglesia en Austria y por el Papa.

viernes, 9 de septiembre de 2011

CARTA INEDITA DE SOR LUCIA DE FATIMA SOBRE LA ORACION Escrita a su sobrino el Padre Valinho, en 1971


El P. Valinho era el postulador de la causa de beatificación de Jacinta y Francisco. Publicamos esta carta pues viene muy bien para entender los momentos que estamos viviendo en la Iglesia y en Chile.

Querido Padre Valinho:

Por tu carta veo que estas turbado por los desordenes y la desorientación de nuestro tiempo. En verdad es bien triste que muchos se dejen así dominar por la onda diabólica que envuelve al mundo y que sean tan ciegos para no ver su error. Pero el error principal es que ellos han abandonado la oración y así se alejaron de Dios y sin Dios a ellos les hace falta todo.

“Porque sin mi no pueden hacer nada” (Jn 15,5).

Lo que te recomiendo por encima de todo es abrazarte fuertemente al Tabernáculo y rezar.

Con la plegaria fervorosa recibirás la luz, la fuerza, la gracia que necesitas para sostenerte y participarla a los demás.

Descubrirás que en la oración, Dios te comunica la luz, la fuerza y la gracia que necesitas para hacer todo lo que El espera de ti.

La única cosa importante para nosotros es hacer la voluntad de Dios, estar donde El nos quiere, y hacer todo lo que El quiere de nosotros, pero siempre con humildad, sabiendo que por nosotros mismos no somos nada y que Dios obra en nosotros y a través de nosotros para realizar sus obras.

Por lo tanto, todos nosotros tenemos necesidad de intensificar nuestra vida de oración con el Señor y solo podemos llegar a El a través de la oración.

Es en la oración, que el alma se encuentra directamente con Dios, que es nuestra fuerza y nuestra fuente de todo bien.

Deja que te falte el tiempo para cualquier cosa, pero nunca para la oración y realizarás un mundo de cosas en poco tiempo.

Podemos recibir la fuerza solo de Dios.

Debemos estrecharnos, aferrarnos fuertemente a El, porque El nos comunica la fuerza. Podemos realizar esta intimidad solamente en la oración, porque es en ella que el alma tiene el contacto directo con Dios.

Estoy convencida que la causa principal del mal en el mundo y de la defección de tantas almas consagradas, es la falta de unión con Dios en la oración.

El diablo es muy astuto y utiliza nuestros puntos débiles para atacarnos. Si no estamos atentos y vigilantes para conseguir de Dios la fuerza, no sabremos ver porque nuestros tiempo son tan insidiosos y nosotros tan débiles. Solo la fuerza de Dios nos puede sostener.

Preocúpate de tomar cada cosa con calma y con mucha confianza en Dios, El hará por nosotros lo que no podemos hacer por nosotros mismos. El suplirá nuestra insuficiencia.

Siempre en unión de oración y sacrificio cerca del Señor,

Sor Lucía dos Santos.

INMACULADA MADRE DEL DIVINO CORAZÓN EUCARÍSTICO DE JESUS

Versión cantada de la Consagración al Sacratisimo Corazón Eucarístico de Jesús, dada por la Sma.Virgen sus apariciones en Tres Cerritos, Salta, Argentina. A ese lugar acudió en peregrinación el P.Juan Cortés, MTS., junto a miembros de la Legión de Pequeñas Almas.

sábado, 3 de septiembre de 2011

HOMILIA DEL DOMINGO 04 DE SEPTIEMBRE 2011.



El que Ama no puede Permitir que Nadie se Enfangue con el Mal



Ez. 33, 7-9; Sal. 94; Rom. 13, 8-10; Mt. 18, 15-20‘






A nadie debáis nada, más que amor… porque amar es cumplir la ley entera’. Así podemos resumir el fondo del mensaje de este domingo. Todo es cuestión de amor. Y el que ama busca siempre el bien, no puede permitir que nadie se enfangue con el mal; el que ama quiere la comunión y la armonía; y cuando nos amamos de verdad también cuando nos dirigimos a Dios lo hacemos en comunión con los demás; es más, cuando nos amamos de verdad estamos haciendo presente a Dios, sentimos a Cristo en medio nuestro.



Casi no habría que decir nada más. Solamente que esto lo lleváramos de verdad a nuestra vida. Lo sintiéramos como una exigencia grande para nosotros de la que no nos podemos desentender.



No podemos cerrar los ojos, ni volvernos para otro lado. Ya el profeta nos advierte con palabras fuertes de nuestra responsabilidad. No podemos endurecer el corazón porque donde hay amor de verdad el corazón se derrite en ternura y misericordia. Si como hemos escuchado en otro lugar del evangelio ‘Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva’, entonces no podemos sentirnos indiferentes ante la situación del hermano. Nos preocupamos por él, por su bien. Y de ahí surge la corrección fraterna de la que nos habla hoy Jesús en el evangelio.



Corrección fraterna no es hacer juicio o buscar la condena sino animar a levantarse porque sabemos donde podemos encontrar la verdadera paz y la alegría más honda. Ayudamos a ver donde puede estar el error o el fallo humano pero ayudamos a encontrar caminos de renovación que nos lleven a vida nueva y más santa.Corrección fraterna que no podemos hacer sino siempre desde la humildad y desde el amor.



Es algo muy delicado y que tenemos que saber hacer bien. Cuando nos acercamos al hermano no lo hacemos desde la prepotencia de nosotros creernos santos y mejores, sino con la humildad del que también se siente pecador y que igualmente acepta ser corregido por el hermano; nos acercamos al que ha errado en su vida para ayudarle a encontrar el buen camino. Nunca cabe la actitud orgullosa del fariseo que quiere imponer al otro sin mover un dedo de su parte, como nos dice Jesús en otro lugar del evangelio, y del que está siempre pronto para condenar, sino siempre la actitud humilde del que se sabe también pecador y perdonado tantas veces por el Señor.



Como decíamos al comenzar nuestra reflexión, todo es cuestión de amor. Es nuestra seña de identidad, nuestro distintivo. Y el amor siempre es comprensivo. Todo nace de un corazón compasivo y misericordioso, que ya Jesús nos dice que seamos así como compasivo es nuestro Padre del cielo. ¿Cómo no nos vamos, entonces, a derretir de amor? Pero además, ¿no tendríamos que hacer como Jesús que es el buen pastor que siempre va a buscar la oveja descarriada y perdida? A Jesús tenemos que parecernos.



Ya sé que media por otra parte nuestro corazón orgulloso y lleno de amor propio, autocomplaciente y que siempre buscamos o nos creemos tener razones para jsutificarnos. Costará en muchas ocasiones acercanos a los demás porque aparecen esos ramalazos de orgullo, de autosuficiencia, de justificaciones y muchas cosas más que harán que cueste aceptar el que alguien pueda decirnos algo o hacernos una corrección. Siento que es una lástima que como humanos nos comportemos con actitudes así y nos encerremos en los castillos de nuestro endiosamiento.



De ahí, en consecuencia, la delicadeza, humildad y amor con que hemos de actuar siempre. Jesús nos está señalando las actitudes fundamentales que tendría que haber entre los que se dicen sus discípulos, sus seguidores y van a formar parte de la comunidad de los creyentes. La forma de expresarnos Mateo estas palabras de Jesús pueden estar reflejándonos situaciones difíciles que ya pudieran estar dándose en aquellas primeras comunidades cristianas y con el evangelio, que era algo así como la catequesis para aquellas comunidades, trataba de corregir y enseñar con palabras de Jesús cuáles habían de ser esas actitudes fundamentales.



Es en el ámbito de nuestras comunidades cristianas donde primero hemos de poner en práctica esta enseñanza de Jesús. Se supone que en una verdadera comunidad cristiana vivimos esa comunión en el amor en el sentido y estilo de Jesús. Por eso nos señala el evangelio entre los pasos que se han de dar el contar con la comunidad que ha de buscar el bien, le arrepentimiento y la corrección de cada uno de sus miembros. Es lo que entre nosotros cristianos tenemos que aprender a hacer y a vivir, esa comunión de amor que nos ayuda a aceptarnos y a comprendernos, a amarnos y a ayudarnos mutuamente a vivir ese amor al estilo de Jesús. Nos habla Jesús de atar y desatar. Está en nuestra manos. ‘Todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo’. Una primera interpretación que hacemos siempre de estas palabras es la referencia al perdón de los pecados, poder del perdón de los pecados que Dios ha puesto en manos de la Iglesia. Estas misma palabras las dirá Jesús a Pedro cuando la confía ser esa piedra sobre la que se fundametará la Iglesia. Pero podemos hacer una referencia o interpretación a todo lo que con nuestro amor podemos hacer siempre a favor de los demás. Atemos con lazos de amor nuestras relaciones, nuestro trato; desatemos todo aquello que nos pueda esclavizar desde nuestros orgullos, nuesros egoísmos o nuestras ambiciones. Y es que además, como nos enseña el evangelio, con nuestro amor tenemos que hacer presente a Jesús. Porque allí donde ponemos amor verdadero estamos haciendo presente a Jesús. ¡Qué hermoso lo que nos dice! ‘Porque donde dos o tres estám reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos’. Hagamos presente a Jesús en medio de nuestro mundo con nuestro amor, con nuestra comunión. Y es que el testimonio de amor, de comprensión, de misericordia, de compasión que nosotros demos ante los demás estará convirtiéndose en anuncio de Jesús, en anuncio de evangelio.Y esta unión y comunión de hermanos nos sirve además para engradecer nuestra oración, para hacerla más auténtica y más viva, porque nos asegurará que cuando rezamos unidos, cuando oramos en comunión los unos con los otros tenemos la garantía de la presencia y de la intercesión de Jesús. ‘Si dos o más se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre’, nos dice Jesús. Y ya nos dice en otro lugar que ‘cualquier cosa que pidáis en mi nombre, os lo concederé, para que el Padre sea glorificado en el Hijo’. ¡Qué importante y valiosa la oración comunitaria! ¡Qué importante que sepamos darle de verdad este sentido de comunión a nuestras celebraciones litúrgicas en las que nunca cada uno debe ir por su lado! ¡Cuántas consecuencias tendríamos que sacar de todo esto para nuestras celebraciones, para nuestro sentido de iglesia y de comunidad que tendríamos que vivir con toda profundidad!‘A nadie debáis nada, más que amor’, nos decía san Pablo. ‘El que ama a su prójimo no le hace daño – es más siempre buscará su bien – por eso amar es cumplir la ley entera’.