domingo, 9 de junio de 2013

Evangelio Seglar para el Domingo 10º del Tiempo Ordinario (9 de Mayo de 2013)

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Laiconet - Viernes 07 de Junio del 2013
EL EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 11-17

¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!


En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: "No llores."
Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!"
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo."
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

PARA VER
(Autorizado por el autor, Fano en www.diocesismalaga.es)

COMENTARIOS DE SEGLARES

DESDE LA ENFERMEDAD
(mujer, casada, jubilada, padece enfermedad degenerativa, pertenece a comunidad cristiana y movimiento seglar)

Después de la intensidad de los acontecimientos vividos, volviendo al tiempo ordinario, el evangelio nos narra un episodio natural en nuestras vidas por muy doloroso y desgarrador que sea. 
El relato nos pone de manifiesto el dolor en sus últimas consecuencias: la muerte del único hijo de una viuda. Jesús se compadece del dolor, del llanto de la mujer y hace el milagro.
Las enseñanzas que sacamos de este evangelio son innumerables. Por un lado, la cercanía de Jesús que toca con la mano el sufrimiento de cada uno y lo transforma en vida y esperanza. En nuestras circunstancias concretas, el dolor, la enfermedad, la mente, a veces corremos el riesgo de perder la esperanza. Es necesario compartirlo con Cristo para que mitigue su impacto en nosotros y nos devuelva como a la viuda la alegría, la sonrisa… nuestra fe no nos evita el sufrimiento, pero nos ayuda a darle otro sentido.
Por otra parte, dice el evangelista: y Jesús se lo entregó a su madre. El Señor nos llama a la vida, a la resurrección, no para nosotros mismos sino para entregarnos a los demás. Aún en nuestro dolor, siempre hay a nuestro lado alguien  que nos necesita.
Pidamos al Señor que nos ayude a ofrecer a los demás el bálsamo de nuestro amor y compañía.

DESDE MI FE EN LA VIDA DE CADA DÍA
(hombre, casado, tres hijos, trabaja, pertenece a comunidad cristiana y movimiento seglar)   


A menudo, cuando rezo y pido al Señor que interceda por alguien, en especial en los momentos de mayor dolor y angustia, me viene el "diablo" de la idea de que Dios tiene labores y misiones más importantes que realizar que fijarse en nuestra pequeñez. Y entonces me asaltan"angeles" con lecturas como esta, en la que Jesús, pese a tener una misión de evangelización hacia la que camina, rodeado de gentes que le siguen, gira su cabeza y se fija en aquel que más necesitado está de amor. 
En este caso a una viuda que se queda sola, y pasa en la sociedad de la época a ser lo último de lo último. Tras observarla, algo le penetra el alma y se com-padece de ella y su situación. Se acerca. La anima. Y actúa, devolviendo la vida al chico y la esperanza a la madre. 
Y Dios sigue actuando así en cada circunstancia con nosotros. Por ello, cada vez más firmemente creo más en la oración de intercesión y petición. En mostrarle nuestro dolor y sufrimiento. En abrir el corazón a Dios, para que él se compadezca de las situaciones que nos afectan. 
Y creo, que al igual que Él nos pidió que repitiésemos el gesto de la última Cena, nos pide que repitamos el trasfondo, la autodonación a los que nos rodean, en hechos y signos concretos como los mostrados: observar, sentir el dolor ajeno como propio, animar, compadecer con quien sufre, y si podemos hacer algunas pequeñas resurrecciones mejor.

PARA REZAR
(mujer, soltera, trabaja, pertenece a comunidad cristiana y a movimiento seglar)


Dios Padre Bueno y Misericordioso,
¡Tú eres Dios Todopoderoso!...
Nosotros somos tu pueblo y te alabamos
porque Tú eres nuestro Dios que nos cuidas con Amor.
¡Gracias porque Tú, Dios nuestro Misericordioso,
visitas a tu pueblo y nos acompañas siempre!
Gracias porque tu Ternura y Misericordia
son más grandes que cualquier acontecimiento diario.
¡Gracias porque Tú hoy nos invitas a levantarnos
y a vivir la Vida que tú nos regalas para poder alabarte!
Gracias porque Tú nos rescatas de toda circunstancia triste,
nos rescatas de nuestros momentos de tinieblas y muertes,
llenándonos de Vida para poder compartirla con cada persona
que Tú pones en nuestro camino para compartir la fe.
Gracias porque Tú, Dios nuestro, nos visitas a nosotros, tu pueblo,
a través de tu Palabra de Vida que nos trae nuestra Salvación.
Gracias, Dios Misericordioso, porque también nos visitas
a través de cada hermano que Tú pones en nuestra vida.
¡Te damos Gracias, Dios Todo Bondad y Todo Misericordia,
porque Tú visitas a tu pueblo y permaneces siempre con nosotros
a través de tu Iglesia Universal y a través de cada Sacramento!  Amén

PARA VIVIR ESTA SEMANA
(matrimonio, dos hijos, él trabaja, el matrimonio pertenece a comunidad cristiana y a movimiento seglar)


Para vivir el texto del Evangelio de este domingo, nos sentimos invitados a tomar actitudes concretas, que se nos muestran más explícitamente en frases pronunciadas por Jesús.
Por un lado al escuchar de boca suya “no llores”, recordamos a tantas personas que lo están pasando mal por unas circunstancias o por otras: por falta de lo indispensable para vivir (alimentos, agua...), por falta de un hogar, por falta de trabajo, por estar solos, por la enfermedad, por la muerte de un ser querido… Jesús nos pide que nos acerquemos al sufrimiento de tantas realidades cercanas. Nos pide que nos compadezcamos es decir, que padezcamos con ellos, que lo sintamos nuestro, al igual que a Él le ocurrió con la viuda de Naín. Nos pide que toquemos ese sufrimiento para ayudar a que sea transformado en esperanza, desde nuestra acción directa y desde nuestra oración.
Y todas aquellas veces que somos nosotros los que vivimos esos momentos de duelo, de dolor intenso… no olvidemos que la fe no impide el sufrimiento, pero sí nos ayuda a darle un sentido, a vivir desde él en intensidad, mejorándonos como personas.
Por otro lado al escuchar a Jesús decir: “¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!”, hemos sentido como si esas palabras fuesen dirigidas a nosotros específicamente. En cuantas y cuantas cosas permanecemos inmóviles, como si la muerte se hubiese apoderado de nosotros. Y al igual que a un cuerpo que ha perdido la vida, le pueden llevar de acá para allá, lo mismo nos ocurre a nosotros, que somos arrastrados y llevados hacia dónde la sociedad nos marca, hacia dónde el ambiente que nos rodea nos arrastra… Nos llamamos cristianos, pero no tenemos el color propio de aquel que vive el Evangelio en profundidad y en intensidad. Nos hemos aburguesado. Procuremos durante esta semana darnos cuenta en todo aquello que la mediocridad se ha apoderado de nosotros. Busquemos fórmulas para ser cristianos comprometidos que desentonan por vivir la radicalidad evangélica. Seamos conscientes de que “Dios ha venido a ayudar a su pueblo” a través nuestra, si le dejamos actuar en nosotros, como el mismo Cristo lo hizo.

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