viernes, 27 de enero de 2012

MEDITACIONES DEL PADRE CARMELO HERNÁNDEZ. ESPAÑA.


Maestro, ¿dónde vives? Queremosconocerte y estar contigo

I Samuel, 3, 3-10.19; Sal. 39; 1Cor. 6, 13-15.17-20; Jn. 1,35-42

En alguna ocasión nos habrá sucedido algo así. Hemosconocido a alguien, quizá ocasionalmente o por algún otro motivo, con quiencharlamos con confianza y nos sentimos a gusto y al final algo así como que lepreguntamos donde vive porque quizá deseamos volver a encontrarnos y ahondar ennuestra amistad. Conocer donde vive, conocer su casa es algo más que situar unlugar geográfico, es como entrar en la intimidad de la persona. También nossucede que cuando tenemos experiencias gratas así enseguida las comunicamos alos que están cercanos a nosotros porque nos parece que eso no nos lo podemosguardar dentro.

Algo así, aunque tal como nos lo cuenta el evangelio nosea en ese mismo orden de tiempo, es lo que le sucedió a aquellos dosdiscípulos de Juan que cuando el Bautista señala a Jesús que pasaba ante elloscomo el Cordero de Dios que quita elpecado del mundo se van tras El y le preguntan donde viven. En el fondo eramanifestar ese deseo de estar con El para conocerle más hondamente como asísucedería. ‘Venid y lo veréis’, fuela respuesta y la invitación de Jesús.

Ya escuchamos, y lo hemos meditado muchas veces, queese encuentro fue algo vital para aquellos dos discípulos que ya inmediatamenteno sólo ellos quisieran estar con Jesús sino que comunicarán esa buena noticia conentusiasmo a los demás. ‘Hemos encontradoal Mesías… a aquel de quien escribió Moisés y los profetas’. Fue unaexperiencia muy fuerte la que vivieron en aquel encuentro personal con Jesús.Experiencias y encuentros que marcan una vida para siempre.

‘Venid y lo veréis’, nos dice también a nosotros Jesús.El estar aquí escuchando su Palabra y disponiéndonos a celebrar la Eucaristíaes ya un comienzo a dar respuesta a esa invitación de Jesús. Así tendríamosnosotros que sentirnos a gusto con Jesús. Con ese mismo entusiasmo tendríamosque desear estar siempre con El. También nosotros hemos de decir ‘Maestro, ¿dónde vives?’, queremos conocerte,queremos estar contigo.

Jesús viene a nuestro encuentro, nos va saliendo alpaso en nuestra vida, en tantas circunstancias distintas, en tantos momentos,como a aquellos primeros discípulos y nos invita a ir con El; también nos llamacomo al pequeño Samuel, ya sea en las sombras de la noche, en medio de la barahúndade los aconteceres de la vida, o allá en el silencio de nuestro corazón. Aaquellos primeros discípulos fue primero el Bautista quien les ayudó a conocerla voz de Jesús o señalarle el camino para ir hasta El, o ellos mismos fueronluego mediaciones para los demás para que también se acercaran a Jesús.

El pequeño Samuel no conocía la voz del Señor, ‘pues aun no le había sido revelada laPalabra del Señor’, y así en principio estaba lleno de confusiones, perosin embargo supo ir con presteza hasta el sacerdote Elí, pensando que era quienle llamaba. El sacerdote le ayudará a discernir la voz de Dios, y si conprontitud había acudido a él diciendo, ‘vengoporque me has llamado’, luego aprenderá a decir ‘habla, Señor, que tu siervo escucha’.

Es la actitud humilde y confiada que hemos de tenerante el Señor que llega a nuestra vida. Nuestra respuesta debería ser pronta yvaliente, generosa, como apreciamos hoy en los llamados en la Palabra del Señorque se nos ha proclamado. Una respuestadecidida, con arrojo, sin temores. Algunas veces nos parece temer ante lo queel Señor nos pida, o quiera de nosotros. Y es cierto que su llamada noscompromete. Pero, como decíamos al principio, sentimos el gozo de estar con Ely seguirle, de querer conocer su vida, conocerle a El más y más. Y cuando es asíno caben temores ni miedos.

La llamada e invitación del Señor es algo muy personala cada uno, que cada uno ha de sentir en un tú a tú en su corazón. Por eso notemamos dejarnos sorprender por el Señor. Ya sabemos que los encuentros vivoscon el Señor dejan huella en nosotros, no nos dejan insensibles, pero el Señorrespeta siempre la libertad de nuestra respuesta. Alegrémonos de esa inquietudque pueda surgir dentro de nosotros y que haya verdadera apertura de nuestrocorazón, disponibilidad para el Señor.

La prontitud de Samuel que corrió hasta el sacerdotesiempre en actitud de servicio, la en cierto modo curiosidad y buenos deseos deaquellos primeros discípulos que se van preguntando donde vive, la generosidadde los amigos que se quieren y que saben ofrecer y comunicar lo mejor al amigo,la humildad para dejarnos conducir por quienes pueden ayudarnos a mejorencontrarle, la inquietud por ofrecerle al Señor la mejor respuesta en el día adía de nuestra vida, el entusiasmo también para dar a conocer a los demás loque nosotros vamos encontrando y que es un gozo para nuestra vida… son lasseñales de nuestra disponibilidad y de la buena respuesta que queremos irdando.

Lo que nos está pidiendo el Señor es seguirle. Ser eldiscípulo que sigue al Maestro en el día a día de nuestra vida. No es necesarioque hablemos en este momento de nuestra reflexión de vocaciones específicas de seguimientoa Jesús en una vocación determinada de servicio dentro de la Iglesia como puedaser la vocación al sacerdocio, a la vida religiosa o a la vida misionera, o enuna misión concreta en medio de nuestra sociedad y nuestro mundo.

Podríamos hablar de ello también, pero pensemos primeroque nada en ese nuestro ser cristiano, en ese vivir nuestra fe y nuestro amor ytodo lo que atañe a nuestra vida cristiana, en lo que es esa respuesta desantidad que hemos de vivir en cada momento, ahí donde estamos y donde vivimos,en las responsabilidades de cada día. Es lo primero a lo que el Señor nosinvita y nos llama. Es la primera respuesta que nosotros hemos de dar. Y eseserá el primer y gran testimonio que hemos de dar en medio de nuestro mundo.

Pienso que un buen compromiso por nuestra parte, comorespuesta a la Palabra de Dios que estamos escuchando, en este comienzo deltiempo Ordinario que nos media hasta la Cuaresma después de las celebracionesque hemos vivido de la Navidad y de la Epifanía, podría ir en el sentido deavivar esos deseos en nuestro corazón, de querer conocer más y más a Jesús comose nos va manifestando en el evangelio. Que sea nuestra petición, nuestrodeseo, esa pregunta de aquellos dos primeros discípulos a Jesús: ‘Maestro, ¿dónde vives?’ Queremosconocerte y estar contigo, queremos llegar a vivir más y más tu vida cada día.

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