En el Año de la Fe Primavera Transfigurista les comparte este insumo de formación Laical de los Hermanos Religiosos Claretianos de Castilla España - Para Poder Profundizar nuestro Verdadero Rol de Cristiano Laico Comprometido.
Ciudadanos del mundo

Los laicos son aquellos cuyo ser cristiano y cuyas responsabilidades están "metidos" en la vida y en la trama del mundo. El mundo es lugar donde tiene que ser cristiano, tomando sobre sí las responsabilidades de la vida de los hombres de su tiempo y de las estructuras de la sociedad. Viven la experiencia de las rápidas y profundas transformaciones de la vida social, de sus esperanzas y angustias, de su progreso y de sus desequilibrios y de la repercusión que todo esto tiene sobre la fe y la vida eclesial.
La fe de los laicos comprometidos en el mundo no puede desoir el desafío que le viene de las diversas formas de ateísmo teórico y práctico; de ciertas esperanzas que no dejan espacio para los valores espirituales; de la atmósfera de secularismo; de esa actitud científico-técnica que no cree más que en lo experimentable y demostrable; del sufrimiento humano y de la injusticia; del consumismo, que hace difícil el anuncio de un Dios "inútil" que se regala a los hombres. Estos retos ponen en crisis los valores espirituales, pero también aguijonean para que los cristianos renueven su forma de pensar y actuar, y para meterse en el drama del hombre, intentando desde el diálogo y la apertura, ayudar a tomar conciencia de la necesidad adormecida de un Dios que libera y da sentido a la existencia.
Las características de esta espiritualidad serán desarroladas en un posterior tema. Señalemos simplemente que para dar respuesta a todos esos retos es necesario asumir todos los valores que signifiquen autenticidad, fraternidad, solidaridad humana, justicia, amor, comunión, paz, etc... desde una perspectiva profética. Cristo asumiô todos esos valores, salvándolos de sus límites. La Iglesia, nosotros, prosigue esta obra en el tiempo.
PARA PENSAR Y DIALOGAR
- ¿Cuáles son las necesidades más urgentes del hombre de la calle? ¿Cómo les podemos dar respuesta?
- Describir en un esquema qué se entiende por espiritualidad laical partiendo de este tema.
PARA ORAR
- Intenta "hoy" hacer a solas una lectura meditada. Escoge un pasaje bíblico, por ejemplo del Evangelio de Jn (podría servir también el periódico del día u otro libro de algún autor espiritual). Selecciona y prepara el lugar donde vas a meditar. Comienza pidiendo la ayuda del Espíritu. Lee despacio. Muy despacio. Cada vez que una linea te choque, deja de leer. Intenta hacerla tuya. Ilumina con ella un trozo de tu vida. Salta desde ella a la súplica, el agradecimiento o la alabanza. No intentes leer mucho. En cuanto encuentres algo que responder o decir al Señor, déjala.
- Escúchate "hay" a ti mismo. Sí. Examina si estás alegre o triste; abrumado de trabajo o descansado. Lleno de ganas de hacer algo por Dios o desganado. Apoyado por otros o desanimado y hasta perseguido por todos. ¿Qué texto de la escritura "escucharías" hoy? Búscalo y ponte a la escucha.
- Ponte "hoy" a la escucha del Señor a través del Magisterio de su Iglesia. Algo habrás leído u oído últimamente que preocupa a la Jerarquía. Aunque no tengas delante un documento concreto, examina cómo andas tú en este tipo de escucha. Ora desde este sentimiento. Ora desde las necesidades de la Iglesia, de tu Parroquia, del Tercer Mundo...
- ¿Y si el otro, el prójimo, es Jesús entre nosotros, cómo escuchas a los que están a tu lado? Dios te habla también a través de ellos: de sus ilusiones, de sus problemas, de sus carencias o vivencias de fe... Preocúpate "hoy" de escuchar a la gente, en tu misma casa, en el trabajo... Párate, "pierde el tiempo" con ellos. Si orar es abrir tu puerta a Dios, también lo será abrírsela a tus hermanos. Sobretodo a los niños, a los solos..
- "¡Cuántas veces el ángel me decía: alma, asómate a la ventana: verás con cuánto amor entrar porfía. Y cuántas, hermosura soberana, mañana le abriremos, respondía, para lo mismo responder mañana" (LOPE DE VEGA)




No queda aprisionada en los límites del espacio y del tiempo. Es habitación y hogar con ventanas abiertas.
Nuestro crecimiento humano es ante todo crecimiento en lo más genuino de la imagen de Dios en nosotros: el amor. Sólo amando podemos realizarnos como personas. El Espíritu, al regalarnos con el mismo amor con que Dios ama, desarrolla nuestras posibilidades de amar hasta divinizarnos: llegamos a ser hijos en el Hijo, comunidad de discípulos y hermanos de los enemigos.
Solemos considerar el perdón como un deber cristiano, basado en el perdón que recibimos de Dios. Pensamos también que, mientras que al Dios todopoderoso el perdón debe resultarle fácil, a nosotros, al menos a veces, nos resulta extraordinariamente difícil, si no imposible. En este modo de pensar el perdón (fácil) de Dios se da casi por descontado, con sólo cumplir ciertas condiciones; mientras que el perdonar nosotros se nos antoja un deber cuesta arriba, de difícl cumplimiento. El hecho de que los sentimientos negativos que acompañan a la ofensa recibida no desaparezcan enseguida, sino que tengan una cierta inercia temporal, aunque exista la voluntad de perdón, hace que muchos digan: “yo quisiera perdonar, pero no puedo”.
Esta es una frase de Daniel Berrigan quien con toda razón nos advierte que la fe en Jesús y en la resurrección no nos va a salvar de la humillación, el dolor y la muerte en esta vida. La fe no tiene como intención hacer eso. Jesús no concede exenciones especiales a sus amigos, al menos no más que las que Dios le concedió a Jesús. Esto aparece por todas partes en los Evangelios, aunque con mayor claridad en la resurrección de Jesús. Para comprenderlo, nos es útil comparar la resurrección de Jesús con lo que el mismo Jesús hace en la resurrección de Lázaro.
Hace años, el Card. Bergoglio –hoy Papa Francisco- dedicó una hermosa homilía a la adoración. Al final de la misma decía: “¡Adorar es decir AMÉN!”. “Así sea”, “que se haga tu voluntad”. La adoración y la humildad -que reconoce la pequeñez humana ante la grandeza de Dios- van de la mano. Ante Dios no cabe otra postura en el creyente: reconocerse envuelto en un Misterio que le sobrepasa.
cuo; puede ser exorcizado alejando el objeto en cuestión. Lo que aquí tenemos es algo más profundo: el hecho de que